El respeto debido al fallecimiento de una persona y al dolor de sus próximos entiendo ha caducado, para dejar paso a la verdad. La noche del jueves se celebraba en Madrid un homenaje a Jesús Polanco, al que fueron invitados los "nuestros". Los suyos habían levantado una tarima donde se encaramaron, además del hijo de Polanco y actual presidente de PRISA, Ignacio Polanco, así como el consejero delegado, Juan Luis Cebrián, el ex presidente del Gobierno, Felipe González, representante de la conexión poder político-poder editorial, PSOE-PRISA, que ha marcado la democracia en España desde la Transición hasta hoy, y dos tapaderas para ocultar el sectarismo, marca de fábrica de PRISA, que no es más que un conglomerado de poder que distingue entre "nosotros" y "ellos", sin que quepa reconciliación alguna entre ambos bandos.   Por una parte, la ‘derecha moderna', es decir, pagana, representada en el mayor trepa del momento, el pepero y alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, y en Emilio Lledó mucho más importante del que pensamos, el tribuno noble, la apariencia misma de la reconciliación nacional, el hombre por encima de las banderas políticas, la ecuanimidad… o sea, todo aquello que Polanco siempre quiso aparentar, lo contrario de lo que fue él y su imperio mediático. Jesús Polanco y Janli Cebrián han sido lo opuesto a la imagen que pretendían proyectar: el alineamiento radical, espíritu de venganza, 24 horas de servicio a la causa: al enemigo, ni agua.   Cebrián, el superviviente, continúa siendo el mentiroso que se cree sus propias mentiras, producto de su inefable humildad: "Polanco pagó el precio de la independencia". Mentira, no pagó precio alguno porque no fue independiente: nadie más dependiente que el negrero empeñado en usurpar libertades ajenas, intelectualmente dependiente del discurso cultural imperante, en cuya lejanía ningún señor de la prensa puede sobrevivir, dependiente de lo políticamente correcto, que en su época ha sido el progresismo, que no es una ideología, ojalá, sino una anti-ideología, resumida en el aforismo: Abajo los curas y arriba las faldas.

El País
es una viva imagen de ello: la sección de internacional es de izquierdas: a miles de kilómetros se puede defender a los pueblos oprimidos. Total: ¿a quién le importa? La de nacional es socialista, o mejor, Psoecialista. El propio González, supongo que para escándalo de Cebrián, recordó la frase de éste: "Tú toma las decisiones de Gobierno y déjanos a nosotros los editoriales". Otra vez el "nosotros", que con el presupuesto público y el editorial privado reduciremos al enemigo. Las páginas de sociedad y cultura son el verdadero imperio de la muerte: aborto, homosexualidad y anticlericalismo, porque los curas "se creen en posesión de la verdad" y la progresía no cree en nada. Por último, la sección de economía, más capitalista que el ABC, porque el señor Polanco era, ante todo, un millonario y quería serlo cada vez más. En el siglo XX no es que los editores apoyaran al poder económico: es que son el poder económico.

Lo dicho: de izquierdas y anti norteamericanos en internacional, pro-gubernamenales en nacional, homicidas en sociedad y capitalistas en economía: la viva imagen de la progresía. Siempre progres, siempre sectarios.

Dice Cebrián que el intelectual al que siempre admiró Polanco fue Dionisio Ridruejo. No me extraña nada. Durante la posguerra española, presionado por el conflicto mundial y por la ayuda que el banco nacional había recibido de alemanes e italianos, así como de determinados elementos de la Falange, como el general Yagüe, Francisco Franco estuvo apunto de entrar en la guerra y de caer bajo la órbita nazi. Pues bien, los dos teóricos más filonazis que había en España en ese momento eran Antonio Tovar y Dionisio Ridruejo, los partidarios de echarse en manos del Führer. Fracasaron por lo mismo que fracasó la República: como decían los informes de los funcionarios alemanes en España: Franco era demasiado católico.

No, los enemigos de Polanco, de Cebrián, de El País, no son la derecha pagana, sino la derecha cristiana. Por eso, el alcalde de Madrid, eximio e inteligente representante de la derecha pagana, intervino en el acto. Para Ignacio Polanco y Janli Cebrián la presencia del regidor de la capital constituía un verdadero salvoconducto.

Jesús Polanco y Janli Cebrián han sido dos hombres de su tiempos, dos progresistas, esto es, dos incoherentes. La intervención de una de las nietas del fallecido, encantadora intervención de una niña de 12 años, ofreció una de las claves. Contaba Clara Polanco, con el sencillo y profundo lenguaje de los niños, como su abuelo no les daba el aguinaldo en Navidad si no el cantaba villancicos. Era el mismo hombre, cuya legión de intelectuales y escritores a sueldo se ciscaban en esos mismos momentos, de la Navidad y de todo lo que conlleva -entre otras nimiedades la redención del género humano-, el mismo hombre que se enriquecía con el mercado del sexo, que, como Narváez no tuvo que perdonar a sus enemigos porque los había fusilado a todos (condenándolos al silencio, como diría su segundo, Janli), el que lanzó el mayor y más persistente ataque que haya recibido la Iglesia en los últimos 30 años.

Pura coherencia.

Eulogio López

eulogio@hipanidad.com