Son las tres de la madrugada del día 20 de marzo, no consigo descansar, el motivo no es otro que el macrobotellón primaveral, por ello espero me disculpen mis atropelladas y nerviosas palabras.
Algunos vecinos de mi comunidad, hasta hace poco, hemos tenido que hacer guardia en nuestro portal para evitar que nuestros espacios comunes: portal, pasillos y ascensor se conviertan en servicios públicos. Habiendo llamado a la Policía Local admite su impotencia por sentirse desbordada, para hacer cumplir la normativa que el propio Ayuntamiento ha aprobado recientemente. Hemos mediado en dos peleas, con grave riesgo para nuestra integridad física; en una de ellas la policía ha tenido que intervenir, en la otra ha brillado por su ausencia.
Nuestra acera es un verdadero río de orines, excrementos y vómitos. Los gritos y los toques al portero automático no cesan de darnos sobresaltos. Pregunto al Sr. Alcalde ¿Las normas de convivencia rigen en toda la ciudad? ¿A caso en las inmediaciones del botellódromo hay un agujero negro que se traga esa normativa y ahí sólo rige la ley del botellonero beodo?
Sr. Alcalde, en el tema del botellón, ha demostrado repetidas veces su incompetencia más absoluta, pues es incapaz de garantizar las normas que su mismo grupo aprueba para todos los granadinos. Y para despedirme le diré lo que en otras tantas veces le he manifestado: Su palabra, en este tema, vale menos que una botella vacía en manos de un botellonero borracho.
Manuel Villena Lázaro