Luego todo cambia, porque Occidente piensa que es la oportunidad idónea para encabronar al muy encabronable Erdogan -recuerda al íntimo de ZP- y provoca la invasión de Siria con la OTAN de cabecera, un proyecto extraordinariamente parecido al del derrocamiento de Gadafi, que, como es sabido, ha dado lugar a un espléndido régimen de derechos y libertades en Libia.
Y entonces Ankara ya no se da por satisfecha y asegura que el derribo ha sido intencionado y que debe ser la OTAN, de la que forma parte, quien finalmente decida. Precisamente un organismo militar, la OTAN, con capacidad para descabezar el régimen sirio.
Y miren por dónde, resulta que la OTAN acaba de decidir que no puede permitir dejar de lado la amenaza de Damasco: es intolerable. En definitiva, que se está preparando la invasión de Libia. Bueno, desde el aire, claro está, que es como bombardea la OTAN, con pocos riesgos para sí y mucho riesgo para el otro. Pero como las guerras las gana la infantería, para llenarse las manos de sangre y para perpetrar todo tipo de crueldades ya están los rebeldes sirios. Bueno, y los turcos.
Y, of course, sólo es casualidad, mera casualidad, que en noviembre haya elecciones presidenciales en Estados Unidos y que Obama necesite una guerra que repetir en la Casa Blanca, porque lo de la primavera árabe no marcha del todo bien: un islamista en el Cairo, tribus salvajes en la precitada Libia, una cada vez más visible, y más repugnante defensa occidental de la repugnante tiranía de Arabia Saudí, un Túnez enloquecido, un Yemen desconocido y un Pakistán, potencia atómica, que bien podría transformarse en un nido de islámicos radicales.
Si a eso se le une un Afganistán de donde hay que retirarse con el rabo entre las piernas, un Irak no pacificado y un Irán que chulea a Occidente y amenaza a Israel y a Europa, hombre, alguna victoria hay que proporcionarle al candidato Obama.
Lástima que Occidente esté preparando la invasión de Siria, porque no era una maravilla de libertades pero, al menos, era uno de los pocos países árabes que respetaba a los cristianos y, con ello, el derecho a la libertad religiosa.
Eulogio López
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