Sr. Director:

 

Es incomprensible que todo un ministro de Justicia hable del derecho de las parejas homosexuales a adoptar hijos. Sobre los niños solo tenemos deberes. Ningún adulto tiene sobre ellos derecho alguno, sean parejas homosexuales o heterosexuales.

 

Por ello, tampoco unos padres biológicos tienen derecho a instrumentalizar unos hijos en beneficio de otros –eso supone la selección de embriones-, decidiendo cuáles de ellos deben vivir y cuáles no. Y mucho menos tienen derecho a escogerlos en función de los deseos o preferencias de los padres, cosa que ya se hace con la elección del sexo de los hijos. Admitir estos supuestos derechos entraña la posibilidad de utilizarlos para escoger  niños y niñas a la carta.

 

Si se puede hacer, ¿quién impedirá que unos padres con dinero encarguen un hijo inteligente, guapo y sano? ¿Quién impedirá que alguien lo haga, si hay dinero por medio? Y todo esto se maquilla de política social progresista para hacerlo más digerible. A mí, ese progresismo me retrotrae a varios siglos antes de Cristo, cuando en Esparta arrojaban por el monte Taijeto a los niños que no nacían perfectos.

 

Marga Isern

 

margaisern03@hotmail.com