La Argentina es un país muy distinto a España: mucho más pasional, quizás más corrupto, pero también más sincero, probablemente más bestia, pero también más coherente.
Un buen día en la Argentina, un presidente llamado Carlos Menem, que apenas sabía rezar el padrenuestro, se convenció, más que nada porque tenía ojos en la cara, de que el aborto era un asesinato. Como la ley no puede apoyar el asesinato, decidió llevarlo a la Constitución. Les puedo asegurar que Menem no era un santo, (es más, algunos podrían calificarle como un tipo más peligroso que una piraña en un bidé) ni el contribuyente más honrado ni el ciudadano más ejemplar. Le gustaba el sillón presidencial más que a un tonto una tiza. Pero creía en algo.
De hecho, algo cambió, no para bien, en el mundo hispano, cuando, durante una de las primeras cumbres iberoamericanas, el presidente Menem propuso que la defensa de la vida del no nacido constituyese uno de los pilares del ideario iberoamericano. Muchos colegas estaban dispuestos a aplaudir la propuesta pero Felipe González afirmó que eso iría contra la legislación española, principal pagano de las Cumbre. La sugerencia iba contra la despenalización del aborto aprobada en España por Felipe González. Así que la propuesta no prosperó. La madre patria siempre dando buen ejemplo.
Ahora, su sucesor -con el interregno del Partido Radical-, Néstor Kirchner, trata de realizar una mezcolanza del vetusto marxismo el indigenismo de Hugo Chávez apenas cabe en la Argentina-, de demagogia populista y de una especie de impunidad calculada, pues nunca se sabe si este líder del siglo XXI está a favor de las fuerzas de seguridad que dirige o de los piqueteros que les acosan. O quizás pretende liderar a ambos contendientes.
Por eso, Kirchner ha decidido que para introducir el aborto en la Argentina lo mejor es, lo del vasco : Haser y no desir. Ha decido introducir la educación sexual en las escuelas e introducir los métodos propios de la salud reproductiva, consistentes en ofrecer a la ciudadanía métodos para evitar la reproducción, que es cosa dolorosa y sanguinolenta. En la Argentina se está imponiendo, estado a estado, la educación sexual, las píldoras del día después y otros anticonceptivos abortivos con el afán apenas disimulado de romper la unidad familiar, la potestad de los padres sobre los hijos. De esa forma, se matan dos pájaros de un tiro : vida y familia. La sociedad argentina aguanta todo lo que puede: es de agradecer. Necesitamos a la Argentina. Necesitamos, al menos, su coraje.
Eulogio Lopez