Ya señalamos en nuestra edición de este lunes que el Gobierno español tiene pelusa de los pequeños éxitos de la Iglesia cubana en materia de avances en los Derechos Humanos. También señalamos que el Gobierno ya adelantó que habría noticias en los próximos días. Tras el anuncio de las sorpresas, el de la visita de Moratinos. El run-run ahora es que Moratinos podría acordar con los Castro la deportación del 100% de los presos políticos. Como hace unos años. Liberación sí, pero fuera de Cuba. Y como si fueran presos del limbo de Guantánamo, los repartirían entre España, Francia e Italia. Con sus familias. Ciao, ciao. Se acabó la espina de los presos políticos.
Se acabo ese incómodo asunto en las negociaciones diplomáticas; se acabó la huelga de Fariñas y las manifestaciones de las Damas de Blanco. A partir de entonces, el régimen seguirá aplicando la misma represión: la represión, la ausencia de libertades, la sospecha predelictiva. Todo igual, pero sin esos incómodos presos.
¿Cuál será el avance? Ninguno. Retrocederíamos a 2002, antes de la Primavera Negra. Nada más. Y lo peor: nadie dirá nada. Ni Estados Unidos, ni España, que lo venderá como una victoria. A partir de entonces, el régimen -que se encuentra en proceso de institucionalización- comenzaría a desplegar su plan estratégico: convertir Cuba en China: libertad económica, pero sin libertad política. Muchos piensan que es el camino adecuado, aunque el presidente del Movimiento Cristiano de Liberación, Oswaldo Payá, advierte: El modelo chino es un cuento chino.