Los menos jóvenes recordamos aquella pieza, triple corona o tiara, que solía llevar el Papa en las solemnidades después de su coronación.
Y es que la tiara, mitra alta de tres coronas con dos cintas que caen sobre la espalda, es uno de los símbolos del papado. Desde el siglo XIV hasta el Concilio Vaticano II, se le colocaba al nuevo Pontífice tras su coronación.
Pablo VI no abolió su uso (la dejó en la Basílica de San Pedro como señal de humildad y de renuncia a glorias mundanas), pero ninguno de sus tres sucesores volvió a la costumbre antigua.
La triple corona simbolizaba la soberanía papal sobre los Estados Pontificios, la supremacía sobre el poder temporal y la autoridad moral sobre la humanidad. Aunque las dos últimas se mantienen, se entiende que ahora la tiara representa otros tres valores: el orden sagrado, la jurisdicción y el magisterio de la Santa Sede. Aparece en documentos oficiales y en inscripciones, con dos llaves cruzadas que refieren a las del cielo, que Cristo diese a San Pedro.
Benedicto XVI rompió con la costumbre de colocarla en el escudo de armas, reemplazándola por una mitra. Toda cabe esperar que Francisco, con las muestras de humildad y pobreza que ha querido dar, tampoco la utilice.