Ante un ambiente rendido al prócer, el ex presidente describió a un país que vive la peor situación de nuestra historia reciente, lo cual, para qué nos vamos a engañar, es muy cierto.
Ahora bien, ya cantan los demás las excelencias de su discurso de sus respuestas. Por mi parte, intentaré equilibrar la balanza. Todo lo que dijo Aznar es bueno y debe ser escuchado con unción. El cáncer estriba en lo que no dijo. El problema de Aznar es que es un hombre esclavo de su pasado, aherrojado por lo que no tuvo el valor de hacer durante sus ocho años como presidente del Gobierno.
Un ejemplo bastará: uno de sus entrevistadores aludió al Tea Party de Sarah Palin, esa política desde abajo que tanto éxito está teniendo en Estados Unidos y que amenaza con modificar todo el panorama ideológico de la primera potencia del planeta. Pues bien, según Aznar, las tres cosas que distinguen al movimiento de Palin son: Los valores nacionales, menos impuestos y menos Gobierno. Los dos últimos son lo mismo pero, en cualquier caso, patrimonio intelectual del Partido Republicano y casi diría del conjunto de los estadounidenses, no aportan nada nuevo.
Ahora bien, ¿Qué son los valores nacionales americanos? Con ese eufemismo retorcido, Aznar se refería a los que distinguen a Palin, que no son otra cosa que los valores no negociables de Benedicto XVI: vida, familia, libertad de enseñanza y bien común (insisto, hay que añadir la libertad religiosa, pues a los partidarios del Tea Party no les avergüenza hablar en público de Cristo). Por bien común, el Tea Party entiende, además, la libertad de la otra pequeña propiedad privada, no la libertad para operar en los mercados financieros. No olvidemos que fue Sarah Palin la política republicana que, cuando comenzó la crisis financiera, en 2007, atacó directamente a los causantes de la misma, los intermediarios financieros: Los americanos tenemos que levantarnos cada mañana con el firme propósito de que no nos chantajeen con nuestros ahorros. El salvamento financiero mundial ha consistido precisamente en ese chantaje: si no salvamos al Morgan Chase, a Goldman, a Morgan Stanley, al Citi, a Merryll Linch, a todos los bancos, aseguradoras y hipotecarias caídas por darse a la especulación rabiosa, tú, queridísimo ciudadano, perderás tus ahorros, tus fondos de pensiones, tu dinero.
Pero volvamos a Aznar: ¿Por qué entonces, no habló Aznar de valores no negociables, o de valores cristianos, y prefirió emplear el indescriptible concepto de valores americanos? Pues muy sencillo, porque durante sus ocho de mandato, Aznar, prisionero de lo políticamente correcto, aparcó dichos valores. Durante su singladura en Moncloa, nada hizo por el derecho a la vida, por la familia, por la libertad de enseñanza por la libertad religiosa o por el bien común. Y su pecado de omisión condujo, verbigracia, a que se disparara el aborto en España o se empezaran a utilizar embriones humanos como cobayas de laboratorio.
Por eso digo que Aznar es un prisionero de su pasado que, además, se niega rectificar y emplea la vía del eufemismo para ocultar su pecado de omisión. No nos hable de valores nacionales, háblenos de aborto. Así le entenderemos todos, aunque tenga que arriesgarse a que le reprochen lo que no hizo en ocho años en La Moncloa.
Eulogio López
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