Sr. Director:
Desde el principio, todavía en época de predicación de los Apóstoles, a todos los cristianos se les llamaba santos, pero en las comunidades cristianas pronto se empezó a mirar con admiración y con un respeto especial a las personas que habían vivido con intensidad su vida cristiana.

 

En las comunidades cristianas, esas personas eran ejemplo, los héroes, los modelos a seguir, muchos murieron mártires. Sin duda, esas personas ayudaban a todos a entrar en la hondura hermosa de la experiencia cristiana. Se les llamó santos porque en sus vidas se veía un reflejo especial de la bondad y la santidad de Dios. Luego, con el correr de los siglos, ha habido tanta gente buena en la Iglesia de Cristo que no era posible incluirlos a todos en una lista, ni siquiera recordar sus nombres. Por eso, la Iglesia instituyó la fiesta de Todos los Santos para dar gracias a Dios por tantas personas buenas y para recordarnos a todos nuestra vinculación con ellas.

No obstante, a algunos de los millones de santos no canonizados, los conocemos, han convivido con nosotros, son esos familiares, vecinos, amigos, que han llevado una vida santa. Han sido trabajadores, honrados, buenos padres de familia, etc. A todos esos es a los dedicamos el día 1 de noviembre y a los difuntos, a muchos de ellos que aún no gozan plenamente de Dios, el día 2.

Nada que ver con el Halloween, costumbre pagana irlandesa de origen celta que a través de la publicidad y otros medios nos quieren imponer. En nada se parece a nuestras costumbres mediterráneas.

Pedro J. Piqueras Ibáñez