Parece que la historia de España sigue despertando pasiones no sólo entre los profesionales de dentro de nuestras fronteras sino también de los de fuera de ellas. La lástima es que, sean patrios o foráneos, se afronte con tan poco rigor y con tanta truculencia como en Los fantasmas de Goya.

 

Mucho dinero, lo que se traduce en una excelente puesta en escena, es lo que se vislumbra en este largometraje del conocido director Milos Forman (Amadeus, Alguien voló sobre el nido del cuco etc). Algo que no se corresponde con el argumento de este drama histórico en el que abundan los tópicos sobre la Inquisición Española y donde el arranque de la tragedia resulta tan increíble como absurdo.

 

En la España del año 1792, una de las musas del pintor Goya, la joven burguesa Inés, es detenida por miembros de la Inquisición acusada de judaísmo tras rechazar en una taberna carne de cerdo (como ven, en aquellos años, ser, o parecer, vegetariana tenía mucho peligro). A partir de esa injusta detención entrará en danza un oscuro y manipulador inquisidor (como ha debido disfrutar Javier Bardem con este papel), al mismo tiempo que tanto Goya como la familia de la joven intentarán conseguir su libertad.

 

No soy historiadora, por lo que no entraré a trapo en todo lo que huele a tergiversación del pasado. Pero, desde luego, el discurso trillado, maniqueo y políticamente correcto que se aprecia en el desarrollo de Los fantasmas de Goya da lugar a que, como su título indica, este largometraje pueda ser definido como una auténtica fantasmada.

 

Para: Los que vieron Los Borgia y opinaron que era una gran película. Los fantasmas de Goya siguen su estela.