Rajoy rechazó una entrevista con Zapatero ya aceptada ante las presiones del aparato del Partido. Ambos líderes no hablarán de ETA hasta después del domingo. Los líderes regionales quieren un partido que pacte más con el PSOE y asuma más protagonismo. Algunos de ellos no entienden por qué el PP no ha optado por la abstención en el referéndum catalán. Mientras, el PSOE ha logrado convertir al PP en el partido de la guerra
El pasado viernes 9 de junio fue un día muy intenso en el primer partido de la oposición, fue cuando el presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, advirtió que si Rodríguez Zapatero le llamaba para hablar de ETA, a pesar de la ruptura oficial, él respondería y acudiría a la entrevista.
Ahora bien, en el partido todo el mundo sabía que la llamada ya se había producido. Rajoy jugaba así al estilo político que pusiera de moda el catalán Miguel Roca. Este estilo consiste en ofrecer al contrario un durísimo ultimátum cuando éste ya ha accedido a tus reclamaciones, de esta forma el sujeto puede quedar como un tipo que sabe hacer valer su posición y que le ha ganado un pulso al adversario. Ahora bien, D. Mariano se encontró con el plante del aparato de Génova, especialmente de Ángel Acebes. El cronista desconoce si en ese plante intervino también la fundación FAES, de José Maria Aznar, guardiana de las esencias pero no sería de extrañar. Porque el caso es que Rajoy realiza unas segundas declaraciones en las que da otra vuelta de tuerca, otra más al argumento, ahora admite estar dispuesto a dialogar con Zapatero aunque sólo para decirle que se mantendrá la ruptura entre PP y PSOE, si persiste en hablar con Batasuna.
Pero el asunto no iba a acabar ahí; como el viejo chiste tenía que hincharse porque en el Partido Popular actual no sólo hay que contar con el aparato de Génova y las filípicas de Aznar y la fundación FAES sino con los barones regionales que, a postre, son los que tienen poder. Hablamos de la madrileña Esperanza Aguirre y el valenciano Francisco Camps, los dos graneros de votos del PP; pero también de los gobiernos del PP en Baleares, Murcia, Castilla-León o La Rioja. Los barones regionales sí tienen algo que perder y les preocupan más los problemas concretos que la alta política en relación con ETA o al Estatuto catalán, ellos están convencidos de que si el presidente del Gobierno no llama al líder de la oposición éste debería acudir y asumir el protagonismo que le corresponde.
Mientras tanto ese perro fiel llamado José Blanco, secretario general del PSOE, insistía e insiste machaconamente en que el PP es el partido de la guerra. El partido que no quiere la paz con ETA en Euskadi, el partido de la guerra en Irak, el partido de la confrontación con Cataluña, y Blanco está consiguiendo su propósito. A los ojos de la opinión pública menos informada, y por tanto la más numerosa, el PP empieza a parecer de extrema derecha, mientras que el Gobierno ZP y sus aliados explotan la idea de que si el PP se queda solo por algo será. Una idea que olvida el pequeño detalle de que el solitario PP representa el 40% de los votos totales.
El apoyo de la inmensa mayoría de los medios controlados por el PSOE ha hecho el resto. Ahora resulta que el estadista moderado es Zapatero.
Al final, Zapatero y Rajoy han decidido que la entrevista entre ambos tenga lugar una vez celebrado el referéndum catalán. Casi no podía ser de otro modo, tras las disputas internas del PP y tras las agresiones e insultos sufridos por Mariano Rajoy y Ángel Acebes en Cataluña, unido a la vergonzosa intervención del ministro de Industria, José Montilla, quien justificó la violencia contra el líder popular.
Mientras tanto, Rajoy tiene otro problema, no menos grave: es el problema interno. A pesar del desmadre catalán, de la OPA de Gas Natural contra Endesa y de la chulería de Batasuna en Euskadi, el reto más peligroso de Mariano Rajoy continúa siendo la presión de los barones regionales. Algunas de sus peticiones tienen toda la lógica. Por ejemplo, el valenciano Camps se pregunta por qué la dirección general del PP se empeñó en optar por el no en el referéndum catalán en lugar de optar por la abstención. La abstención tiene todas las ventajas: evitaría que el voto del PP se interpretara como un voto a los independentistas de ERC, además, según el PP el Estatut es inconstitucional, ergo lo lógico es no participar en una consulta popular de este tipo. En tercer lugar, se prevé que la abstención sea alta por lo que la opción españolista, representada por el partido de Mariano Rajoy descubriría con esta opción el gran secreto oculto de socialistas y nacionalistas: que el Estatut importa a una mínima parte de la sociedad catalana, que sólo es nacionalista por reacción, cuando se siente agredida por Madrid. Los ataques contra los líderes del PP están instigados por el victimismo nacionalista catalán pero el partido de Rajoy les está haciendo un gran favor al optar por el no. Por último, una abstención elevada deslegitimaría la consulta.
En el entretanto el mundo económico contempla estupefacto la situación política, la empresa española, al menos la gran empresa, ha aprendido a no esperar nada de la clase política y funciona totalmente al margen, están convencidos de que de ese lado sólo puede venirle lo malo y, por tanto, de ese lado mejor no esperar nada. Y lo que más llama la atención en el tejido industrial es el silencio de Zapatero, capaz de callar mientras sus huestes, empezando por su secretario general, José Blanco, y su ministro de Industria, José Montilla, aplaudan a los agresores. En este enredo sólo Pasqual Maragall, el correligionario más despreciado por Zapatero, se ha mostrado a la altura de las circunstancias.