Cuando un hombre mata a otro la Iglesia no le otorga la condición de pecador en grado grave: simplemente ha pecado en grado grave, él solito, sin que la Iglesia tenga que certificarlo, sino advertirlo.

En ocasiones, la Iglesia puede ratificar en público la pena privada, pero el que promueve el aborto sabe, perfectamente, que no puede, por ejemplo, comulgar. El problema es que hemos llegado a tal confusión mental, que esto, que era meridianamente claro para nuestros abuelos, simplemente no lo es para nosotros. Por eso, Benedicto XVI, en el avión que le conducía a Brasil, aclaró que la Iglesia no ha excomulgado a los políticos mexicanos del PRD y del PRI que han aprobado la muerte de inocentes en el Distrito Federal mexicano: se han excomulgado ellos solitos.

Claro que, pienso yo, si a los chicos de López Obrador y compañía les preocupa un pimiento lo que diga la Iglesia, tampoco debería preocuparles la excomunión, ¿no? A fin de cuentas, quedar fuera de la comunión

Significa que la persona no puede acceder a las gracias que se derivan del Cuerpo Místico de Cristo, por ejemplo a través de los sacramentos y de la recepción eucarística. Pero quien promueve el aborto, seguramente creerá que contarle sus pecados a un cura o lo de acercarnos a comulgar es una tontuna, ¿verdad? Pues entonces…

Eso sí, lo preocupante es la cantidad de auto excomulgados que promueven el homicidio de inocentes por omisión, aceptando las consignas de su partido para no perder el cargo. Como un mexicano que me ha escrito para aclararme que Andrés Manuel López Obrador no tiene nada que ver con el problema de la excomunión por aborto, dado que ya no está la frente del DF: en efecto, sólo es el líder de la formación política que gobierna.

Por lo demás, Benedicto XVI ha llegado a Brasil como quien se dirige a un mundo, Hispanoamérica, que se distingue de Europa en muchas cosas, algunas en mérito y otras en demérito. Mérito de Hispanoamérica es que, a pesar de la pésima distribución de la riqueza el mundo hispano aún no ha expulsado a Cristo del Foro público, como ha hecho la putrefacta Europa, a quien no sin algo de razón los argentinos se refieren como "la vieja puta". Por eso, Iberoamérica irrita tanto al Nuevo Orden Mundial (NOM), de ahí la obsesión por implantar el aborto en la zona hispanohablante –o lusohablante-.

Benedicto XVI fue muy clarito en su primera alocución ante el presidente Lula, un personaje que me desilusiona más cada día. Habló el Pontífice de dos de sus cuatro principios no-negociables: del derecho a la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural y de la inaceptable pobreza de buena parte de la población. Para Lula da Silva, el aborto es una cuestión parlamentaria, que es algo parecido a decir que el cambio climático es una cuestión del Instituto de Meteorología de Brasilia. Y al tiempo que defiende la familia, prepara una norma por la que se podrá acusar de homofobia a todo aquel que se atreva a hablar contra la homosexualidad.

Benedicto XVI es un ejemplo arquetípico de decir la verdad sin faltar a la caridad. Es decir, que le encanta el debate, pero le aburre el insulto. Para el Papa dialogar no es el camino para vencer, ni tan siquiera para convencer, sino para encontrar la verdad y para ella, desde la libertad que provoca, poder amar al prójimo. Para este Pontífice, teólogo y filósofo, hasta la verdad se convierte en un medio para la entrega, es decir, para el amor.

En cualquier caso, si he dicho alguna barbaridad canónica, no me lo tengan en cuenta. Recuerden que en mí es costumbre inveterada.

Eulogio López