A Gadafi se le atrapó vivo, pero decidieron zarandearle y, al final, rematarle. Con ello, la superioridad moral de Occidente, que es quien ha propiciado la victoria de los rebeldes, ha quedado en entredicho. Porque lo que ha hecho Occidente es promocionar el linchamiento.
El mundo civilizado no sólo está permitiendo, y promoviendo, el linchamiento sino también la desaparición de los muertos, porque el peor trago del asesino consiste en deshacerse del cuerpo del delito, del cadáver.
Con Ben Laden ocurrió algo similar: se le ejecutó y se lanzó el cadáver a los peces. Es curioso, porque el Nuevo Orden Mundial (NOM), que tiene en Obama a uno de sus principales valedores, ha convertido en fundamento moral la renuncia a la pena de muerte (eso sí, para los adultos, para los no nacidos vale todo). Sin embargo, ahora utiliza la técnica del asesinato selectivo: nada de juzgar a los tiranos: se les elimina y en paz, que resulta más sencillo.
Los antropólogos aseguran que la civilización comienza cuando los vivos empiezan a rendir culto a los muertos, por muy cabritos que hayan sido. Pues eso: el cuerpo del hombre no está hecho para ser devorado por los buitres. Pues eso.
Por su parte, los políticos que ahora mandan en Libia, los ensalzados por los bombardeos occidentales, ¿han condenado la muerte de Gadafi? ¿Han defendido que lo suyo hubiera sido juzgarle? No. Simplemente han certificado su linchamiento "a manos de revolucionarios".
Y la pregunta es: ¿puede salir un régimen que defienda los derechos humanos de unos triunfadores como estos? ¿De verdad?
A Obama le preocupa la democracia en Libia. A mí también, porque Europa y Estados Unidos están haciendo un pan como unas tortas. Derriban dictadores en el mundo árabe y los sustituyen por dictadores fundamentalistas islámicos. Ya le puede preocupar, ya. Porque están dejando en manos de los linchadores.
Egipto se precipita hacia el fundamentalismo, al igual que Túnez y Yemen. Occidente se está luciendo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com