La tarde del martes fue frenética en Bruselas: los medios anunciaban la firma del preacuerdo sobre unión bancaria pero al final, por mucho que insistía nuestro titular de Economía, Luis de Guindos, los alemanes volvieron a vetar el acuerdo.
Como es habitual, Berlín se niega a aportar dinero para la resolución bancaria. Es decir, fondos para solventar crisis bancarias paneuropeas. Con Merkel (en la imagen) es difícil hacer Europa.
Pero miremos este fracaso desde otro punto de vista. Los partidarios del Sí, por ejemplo, España, piden un mecanismo, con aportación de fondos públicos y de los propios bancos para salvar bancos, no para liquidarlos. Y la mejor opción no es salvarlos, sino dejar quebrar los bancos quebrados según las normas ya vigentes en la mayoría de los países: el Estado aporta 100.000 euros por depósitos de titular y los inversores de cualquier tipo se quedan sin nada. En cualquier caso: no salvar bancos sino, como se hace con cualquier familia o cualquier empresa, dejar quebrar a los quebrados. Así, los ciudadanos no tienen que pagar la mala gestión o el choriceo de los banqueros. Los inversores sí, porque apostaron por ellos y por sus productos para intentar ganar más.
Insisto, si a este argumento los expertos le dicen que no se puede dejar quebrar porque resulta más caro que salvar, mándeles a freír espárragos. Sucede que los políticos no quieren afrontar la impopularidad de dejar a los inversores a la luna de Valencia, porque no les votarían jamás. Como prueba las preferentes españolas.En cualquier caso, si se opta para salvar bancos con dinero público, bajo el grosero principio de que ningún banco puede quebrar (memorial de aquello de cuando un bosque se quema algo suyo se quema), entonces los alemanes deberán aceptar que los salvamentos se pagan a escote, y que ellos son el país más poblado de la Unión Europea.
Oiga, y estamos hablando de unión bancaria, cuando seguimos sin unión monetaria (eurobono y un único Tesoro público para toda la eurozona) que es mucho más importante. Sobre la unión monetaria, ni hemos empezado a hablar.
Eulogio López
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