Resulta que la señora ministra de Educación, Mercedes Cabrera, esposa del señor Carlos Arenillas, vicepresidente de la CNMV, ha planteado un desarrollo "light" del Bachillerato, con vistas a que cualquier españolito de 16 años puede obtener el prestigioso título de bachiller, y no en fogones, sin doblar el lomo, ni tampoco los codos, más allá de lo estrictamente razonable. La oposición le ha reprochado que eso ni premia el esfuerzo, ni valora el mérito personal ni comporta indisciplina. Y claro, tamaña provocación no podía quedar sin la respuesta adecuada.

Al oír hablar de esfuerzo, el señor Zapatero se dio por aludido y le replicó, como debe hacerse, en sede parlamentaria, al jefe de la leal oposición que lo que pretende la derecha es excluir, y que lo que desea el legislador, en este caso legisladora, es "incluir a los más", quizás a todos.

Una ovación entusiasta rubricó sus palabras. Hay que reconocerlo: lo de exclusión suena fatal. No excluir a nadie, de nada, en ningún caso, constituye el primer mandamiento de la igualdad progre.

El concepto de inclusión, también conocido como integración (por aquello de que ‘inclusión' recuerda a la inclusa), significa que todos somos iguales, y si todos somos iguales, a nadie se le puede permitir el acceso a nada, porque eso sería "excluyente". Por ejemplo, los cojos no deben ser excluidos de las alineaciones del Real Madrid, los ladrones deben contar con su propia Federación en el seno de la gran patronal, porque juegan su papel en la economía –y muy profundo-, y dejarles fuera sería "excluyente".

Es más, todos los partidos, votados o no votados, deben estar representados en el Congreso, las feas no deben ser excluidas de los concursos de belleza, los indocumentados deben aprobar las oposiciones, los conductores suicidas no deben ser excluidos del carné de conducir, los defraudadores tienen derechos a estar incluidos en las prestaciones públicas y los malos gestores no deben de ser excluidos de la empresa. La integración debe llevarse hasta el final, y así, no estaría bien excluir a los maltratadores del hogar, ni a los violadores del sexo. Por no excluir, ni tan siquiera se debe excluir a los gobernantes incompetentes del Palacio de La Moncloa. Esto último es prioritario.

La teoría de la integración camina desde la igualdad hacia las más altas cumbres de la injusticia, y se puede estirar todo lo que se quiera. En nombre de la inclusión, naturalmente. Además, con ella conseguimos una sociedad aborregada, dócil, sumisa. El viejo Lenin –buena cabeza la suya- era muy consciente de que la tendencia humana hacia la rebeldía podría ser muy perjudicial para alcanzar la sociedad sin clases, por lo que tenía muy claro que debía compensarse con masas ignorantes a las que ofrecer alguna vía de escape. Por ejemplo, el sexo. El libertinaje sexual sierpe ha sido la espita favorita de socialistas y capitalistas. Pero aún más práctico, y menos vulgar, que estos desfogues, para neutralizar el contumaz espíritu de independencia y libertad que anida en el ser humano, es la prédica de que todos tenemos derecho a todo, también al título de bachiller, y esto independientemente de nuestros méritos y de nuestro esfuerzo. Es la teoría de la integración o inclusión: todos tenemos derecho a todo… incluso a aquello por lo que ni tan siquiera sentimos la menor inclinación. Verbigracia: Antes de que ZP planteara su maravilloso homomonio, ¿cuántos homosexuales se habían planteado el matrimonio?

Estos principios han calado tan hondo en el cuerpo social que se encarnan cada día. Por ejemplo, en el mismo telediario en que un canal de TV daba cuenta de la teoría zapateril, se emitía un informe sobre cierta zona de Madrid de donde los vecinos huían a costa de los ruidos que originaban las decenas de jóvenes que viernes y sábados, a partir de las 12 de la noche ya hasta bien entrado el día, practican el botellón justo debajo de sus ventanas. En un momento dado, el audaz reportero se acerca a un adolescente, mitad borracho, mitad insomne, y le pregunta:

-¿Qué les diría a esos vecinos que protestan por el ruido que hacéis?

A lo que le mocetón respondió:

-Pues les diría que piensen en los jóvenes, que no nos excluyan.

He aquí un aventajado alumno de la teoría zapateril de la inclusión generalizada. Estoy seguro que tiene el título de bachillerato. Y lo sacó con la gorra.

Eulogio López