Sr. Director:

Recientemente tuve el disgusto de ver, en un medio electrónico, a S.M. la Reina incluida en una encuesta en la que por su categoría como Reina y ser humano nunca debió ser incluida. La ligereza tomada en alguna forma debiera estar sancionada.  

Soy monárquico pero nadie me puede acusar de gustar de los Borbones. Desde don Felipe V hasta don Alfonso XII nuestras familias han estado encontradas.

Pero España es España y ante ella los que somos leales ponemos en segundo plano lo que pueda no resultar en bien de la Patria.

Asistí al funeral de Franco sin ser franquista y celebré la Real Jura sin ser pro Borbón. Aunque el Ministerio no aceptara la presencia puertorriqueña como oficial, a pesar de que venía avalada por la diplomacia Peninsular en Washington, no por eso dejamos de mostrar nuestro apoyo celebrando una cena en el Ritz donde éramos la única delegación no oficial, aunque sí para Pablo Kessler, su Gerente, quien me recibió apenas le llamara desde Puerto Rico. Y en esto empecé a que la americana, Nelson Rockefeller, también se encontraba aposentada con toda su guardia pretoriana. No me miraban muy bien. En muchas ocasiones estábamos a dos pies de distancia y no cedí el espacio. Recién llegado un agente se interpuso, tieso y mirándome fijamente, habló mediante un pequeño adminículo y, finalmente, se hizo de lado sin cruzar palabra ni yo ceder vista o espacio.

Siempre me pregunté qué habrían elaborado en sus mentes sobre nuestra presencia allí puesto que en el Ritz sólo estábamos cinco delegaciones, contada la nuestra. Lo cierto fue que ambos nos ignoramos y no pasó a mayores.

Finalmente pudieron SS.MM. visitar, con muchas sutiles restricciones, esta Provincia irredenta bajo el yugo del Invasor. Allí les conocí y traté en dos ocasiones. Mi primera impresión fue que S.M. la Reina era una bella mujer a la que las que las fotos y películas no le hacían la más remota justicia y de una calidad humana excepcional. S.M. el Rey, difícil de escrutar. Y quien relata tiene sobrada experiencia tratando personajes a la vuelta redonda del mundo. No me impresionan títulos o fortunas, sí las personas.

La segunda ocasión en una recepción ofrecida en su residencia por el entrañable amigo, ya fallecido, el Embajador Juan Ignacio Tena Ibarra. Allí coincidí con unos de mis hermanos y

Su mujer, hoy fallecida, entonces en avanzado estado de gestación. Comenzó a perder, fue al baño. Con ella la Reina. Allí la atendió con el cariño y solicitud con que sólo se atiende a una hija. Nunca la olvidaré. Tampoco a la Reina María Cristina que siguió defendiendo a sus hijos, los españoles-puertorriqueños, abandonados a su mala suerte después de la Invasión de 1898 cosa que hasta hoy dura. Ambas eran Madres, así con mayúscula y categoría ÚNICA que no deben de ser mancilladas en comparaciones banales y competencias absurdas. Por eso es que los gobiernos pasan con más o menos gloria pero no los Monarcas cuando saben serlo.

¡Viva España! ¡Vivan Sus Majestades!

Cancio Ortiz de la Renta

cancioor@yahoo.es