La clave de la soberbia está en reconocer lapsus, pero no errores, o en reconocer errores, pero no malicia. De la misma forma, la clave de la tolerancia estriba en reconocer la rectitud de intención del adversario, aún en la convicción profunda de que no tiene razón. La cosa se resume en creer que está equivocado, pero que no dice lo que dice por razones espurias.
Para el Gobierno español, presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, la rectitud de intención se presupone en franceses, británicos, gibraltareños, alemanes, socialistas catalanes, republicanos independentistas catalanes, nacionalistas vascos, extremistas gallegos, feministas, ecologistas, magrebíes, islámicos... Los que actúan con dolo o de forma mendaz son los cristianos y los diputados del Partido Popular (y estos últimos no por cristianos, sino porque son los que pueden echar a Zapatero de La Moncloa). Si a algunos llaman a España comunidad nacional, no pasa nada, es otra cultura, muy respetable. Si los franceses pretenden rehuir su aportación al erario público europeo sin reducir sus beneficios (la Política Agraria Común), alguna razón tendrán para hacerlo; si los alemanes mantienen el carácter público de sus empresas (a través de los lander) y si pretenden reducir los fondos estructurales -dado que son ellos los principales beneficiarios- pero mantener un déficit que financiamos todos a través de la moneda común, alguna razón tendrán para hacerl Si galos y germanos practican el colonialismo empresarial, protegiendo a sus empresas y haciendo que españoles e italianos desmantelen las suyas, por algo lo harán.
Si los británicos utilizan Gibraltar como un paraíso fiscal y como foco de especulación inmobiliaria en toda la costa andaluza, será porque Franco humilló a los pobres llanitos. Si todo indica que el 11-M se gestó en Marruecos (y todo lo indica), si las pateras están regidas por unas mafias relacionadas con la monarquía alahuí y su plutocracia financiera, si es cierto que el mayor peligro al que se enfrenta España es a la invasión de Ceuta y Melilla aprovechando cualquier incidente fronterizo, lo que podría ocurrir en cualquier momento... alguna razón habrá para que Mohamed VI, un amigo de España, haga lo que hace.
Quizás, eso sí, habría que aclarar el pequeño detalle de que los países no tienen amigos, sino intereses, y que se trata de casar esos intereses sin recurrir a la imposición, pero defendiendo lo tuyo. A fin de cuentas, para eso pagamos a los políticos.
Con los credos pasa lo mismo que con las nacionalidades. No puede existir una alianza de civilizaciones, por la sencilla razón de que una civilización no es más que la libre elección de un modo de vida. Una sociedad elige regirse por una serie de principios, por una cosmovisión (es decir, por una religión), lo que implica excluir a todas las demás. Sólo hay algo mucho más tonto que el agnosticismo : el sincretismo. El eclecticismo religioso es otra demostración de que el pluralismo interno no puede existir: uno no puede ser del Madrid y del Barça al mismo tiempo, y aunque consiguiera tan lamentable mezcolanza, nunca podrá ser una cosa y su contraria, so riesgo de volverse esquizofrénico. Sin embargo, toda la política de Zapatero consiste precisamente en eso : en ser algo y su contrario.
Y la mejor forma de alcanzar la demencia total es, precisamente, convencerse de que la alianza entre el Cristianismo y el Islam es posible... por la sencilla razón de que ni Cristianismo ni Islam valen una higa. Este es el credo de Zapatero, el que hará realidad el viejo mensaje que nos llega de los sultanatos de Oriente: Occidente será conquistada, porque no cree en nada, y nosotros sí creemos en algo. La alianza de civilizaciones de Zapatero es una rendición incondicional de Occidente ante el Islam. En efecto, con políticas como la del Gobierno español, las españolas acabarán vistiendo burka. Al tiempo...
Pero, en su profunda insensatez, Zapatero, de cuya rectitud e intención no albergo la menor duda, aunque sí de su capacidad interpretativa, va más allá. Para Zapatero, el enemigo no es el Corán, sino la Biblia. Los franceses se han convencido de que el terrorismo islámico no tiene jerarquías, sino fanatismos, y que los imanes son el único elemento de unión de la comunidad islámica occidental: de unión en el fanatismo, se entiende. Así que los franceses (progresistas, pero no tontos) van a obligar a los imanes a aprender francés, y a otros requisitos, para poder permanecer en Francia, incluida la censura previa de su prosélita actividad. Por el contrario, Zapatero, el que no cree en la rectitud de intención de la jerarquía católica española, se dispone a otorgar permisos de residencia a los imanes y a financiar la enseñanza del Islam. Al parecer, ni se ha enterado de que el clero islámico no tiene seminarios, y que cualquier analfabeto puede convertirse en un admiradísimo ulema. De hecho, lo más gracioso es que muchos grupos integristas se han formado con un imán semi-analfabeto, que adoctrina a un alumnado horneado en las mejores facultades universitarias europeas o norteamericanas.
En su profunda insensatez, también pregona Zapatero que el problema del mundo islámico es el hambre, no el Corán. Es falso, por supuesto. Los terroristas más fanáticos no son hambrientos de Afganistán o Irán, sino gente de clase media, provenientes en muchos casos de emiratos petrolíferos plagados de archimillonarios y la mayoría, como he dicho, tiene estudios universitarios. La peripecia vital de Ben Laden no constituye una excepción a la regla.
En el seno de la Unión Europea ocurre lo mismo. Con un complejo de inferioridad propio del ignorante, a Zapatero se lo están merendando entre Chirac y Schröder, con cierto pitorreo de Tony Blair. Insisto: Zapatero no es Bambi. Bambi era meloso y cursi, pero no insensato. El presidente del Gobierno es Mr. Bean.
Eulogio López