Duerme la tierra callada,
se repliegan los silencios,
y se agrandan los contrastes
de los espacios inmensos
Se suspenden las palabras,
se hace lo grande pequeño,
la muerte se vuelve vida
y el dolor, amor eterno
Las manos de un hombre tiemblan,
y se elevan, manteniendo,
a un Dios que hechiza el tocarlo
y que transforma al tenerlo
Y ante la oculta belleza
de aquel excelso momento,
el alma se va escapando
y en Él, se va convirtiendo
Y lo divino y lo humano
en milagroso concierto,
se funden y se entrelazan
en un provocado encuentro
Y Dios se adueña del alma,
y el alma ya tiene dueño,
y aquel anhelo divino
cambia la duda en misterio
Y el misterio se hace idilio,
y el idilio se hace fuego,
y se fraguan los amores
entre la tierra y el cielo
La poetisa redacta una especie de haikús espirituales, consiguiendo un perfecto entrelazamiento entre lo material y lo trascendente. Sabe convertir la poesía en un lenguaje del alma.
Clemente Ferrer
clementeferrer3@gmail.com