Lo leí en Mundo Cristiano. Era un párroco que a la puerta de su iglesia tenía un mendigo de cabecera. Un buen día, el mendigo se le acercó para decirle: Padre, por diez euros le vendo mi plataforma política, al tiempo que le enseñaba una pancarta donde podía leerse: Una sociedad sin banqueros, una sociedad sin policía, una sociedad sin curas. El buen párroco le señaló : Pero hombre, como quieres que te compre eso, precisamente yo, que soy cura. El mendigo de dio cuenta de la situación y repuso : No se preocupe, padre, eso lo arreglo yo en un minuto. Y ni corto ni perezoso, tachó a los curas de la plataforma política reivindicativa.
El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, no es el mendigo del cuento, pero se le parece mucho. Lo primero que hace el alcalde cuando va a dirigir un mitin es mirar al público. Es decir, observar si el posible comprador de su plataforma política lleva alzacuellos, es joven o viejo, tradicional o progre, rico o pobre, hombre o mujer. Para cada uno tiene su plataforma, y supongo que en las charlas consigo mismo califica esta actitud como pluralismo interno.
Recientemente, un matrimonio de criterio me confiaba que un acto de Ruiz-Gallardón, invitado por una institución social madrileña, terminó convertido por el alcalde en un mitin. Lo más curioso es que la reunión comenzó con un público deseoso de sacarle los ojos (en sentido ideológico, naturalmente) a don Alberto y, finalmente, acabó entregado a la retórica del modesto líder.
Días atrás, ante una asamblea de una asociación compuesta por católicos practicantes, Gallardón se refirió a la fe recibida de sus padres, algo que no le ha abandonado nunca. El pasado 9 de noviembre, fiesta en Madrid, el alcalde hizo la ofrenda floral a la Virgen de la Almudena, patrona de la ciudad, lo que no ha sido óbice para que 21 días después haya inaugurado, en pleno centro de la capital, el primer centro municipal que dispensa gratis la píldora post-coital. Como el dispensario es moderno y pluralista, está formado por sociólogos (indispensable), psicólogos (deseables) y ginecólogos (optativo). No sólo regalan la píldora post-coital a chicas de entre 10 y 20 años, sino que les planifican, es decir, les aconsejan sobre los anticonceptivos que deben tomar.
Psicólogos y sociólogos resultan indispensables para evitar cualquier sentimiento de culpa, dado que el remordimiento es uno de los fenómenos más negativos para la estabilidad psíquica de la juventud. También les comunicarán a los chicos que no se preocupen porque, aunque el aborto tampoco es mala cosa, si la necesidad aprieta, la píldora post-coital no es abortiva y no tiene efectos secundarios. Y ambas cosas son muy ciertas. En efecto, si la muchacha no se ha quedado embarazada tras el refocile, la píldora no matará a nadie, más que nada porque en su seno no habrá nadie. Si lo hay, pues será lo suficientemente pequeñito y la joven no lo verá jamás. Y tampoco tiene efectos secundarios, siempre que su aparato sexual se parezca al de una yegua potente, capaz de resistir lo que le echen. Ante todo, sinceridad.
Esto es importante. Además, los psicólogos son gente discreta, que no les van a ir con el chivatazo a los padres. A fin de cuentas, es muy normal que una chica de 15 años dedique alguna que otra noche a fornicar con chicos de su edad en alegre camaradería. Y si los viejos lo saben, pues se les corta el rollo, porque después de los 30 la psique de la población envejece con rapidez.
Esto es lo que ha puesto en marcha Gallardón y su concejala de Bienestar Social, Ana Botella, pero, no se crean, con los necesarios controles y como muestra de una administración pública pendiente del ciudadano. Digo esto último porque me temo que el primer dispensario de pildoritas, aproximadamente homicidas, del Partido Popular en Madrid abrirá más que ninguna otra dependencia municipal, con excepción de los bomberos y la policía. El centro permanecerá abierto de lunes a viernes, de 9:00 a 20:00 horas, y los fines de semana de 10:00 a 14:00. En cualquier caso, las mañanas de los sábados y de los domingos atraerán más público que cualquier otro momento del día. Y con control, oiga. Así, todo aspirante no tendrá que demostrar nada, ni tan siquiera que es un poco golfa: sólo deberá enseñar su carnet de identidad, más que nada para que no pidan más de lo debido y se cree el mercado negro de las píldoras post-coitales. Pues bueno es Gallardón para que le engañen.
De los efectos secundarios de las pastillitas del día después (del día después de qué, que diría un castizo), no hay por qué preocuparse. Esto es como lo del condón, que no siempre evita el contagio de Sida, pero eso no preocupa a los fabricantes ni a los políticos que postulan su uso. A fin de cuentas, nadie se dará cuenta del fallo hasta que se desarrolle la enfermedad, es decir, unos 3, 4 o 5 años más tarde.
Así que ya lo saben, una buena opción de voto es el centro reformismo pluralista del Partido Popular, del señor Ruiz Gallardón, que de un plumazo se va a cargar el derecho a la vida, la inocencia e ingenuidad de los adolescentes y los derechos de los padres. Pero si surgieran protestas, esto lo arregla Gallardón en un minuto. Es la ventaja de una plataforma política plural, donde caben todas las ideas, incluidas una idea y su contrario. Por caber, cabe hasta Ana Botella, responsable del nuevo centro, aunque se ha preocupado mucho de enviar a su compañero Cobo, porque doña Ana no puede manchar su imagen.
Eulogio López