Me escribe un lector en Hispanidad: "Me gustaría saber de una forma cierta su ideología. Lo digo, especialmente, sobre su postura ante Rajoy".

Pues nada, yo, como Chesterton, siempre estoy dispuesto a escribir un libro a la menor provocación.

Empecemos por el final: creo que el señor Rajoy es un profesional de la política, aunque su profesión sea la de Registrador de la Propiedad. ¿Cuál es su ideología? La ausencia total de ideología, que no deja de ser el credo más castrante de todos. Rajoy, seguramente el próximo presidente del Gobierno, no liderará un gobierno, sino un 'gestierno'.

Dos cuestiones revelan su carácter y sus convicciones, más bien mínimas: aborto y política económica.

En aborto, su postura es rotunda, es decir, poco clara y bastante lamentable. Ha llevado al Tribunal Constitucional la ley Zapatero de 2010 pero se mantiene partidario de la ley Felipe González de 1985, que es más permisiva, aunque, eso sí, no reconoce el aborto como un derecho: sólo como un crimen sin condena. En plata: a Rajoy las decenas de miles de niños asesinados cada año en España le importan un bledo: sólo desea sangrar al PSOE para llegar a La Moncloa.

Política económica: critica muy bien la política Zapatero pero no propone nada, eso sí, azuzado por la opinión pública, que ya está harta de su tancredismo. Por ejemplo, en el PP se ha impuesto la acertada táctica de Cristóbal Montoro: la única forma para salir de la crisis de empleo que padece España es favorecer al pequeño empresario, al comerciante, al profesional, al autónomo. Ahora bien, para eso sólo se le ocurre rebajar cinco puntos el impuesto de sociedades de las pymes. Pero, hombre, si aunque les rebajes esa cantidad lo cierto es que las pymes pagan más impuestos que las grandes empresas.

Otrosí: asegura que no va a reducir las prestaciones públicas. Pues entonces jamás saldrá de la crisis. Rajoy está convencido de que moderación y mediocridad comienzan por la misma letra. Es cierto que el PP tiene experiencia probada en la reducción del déficit público, el derroche de los políticos. Ahora bien, la crisis de 2007 no tiene nada que ver con al de 1996: antes era fiebre alta, ahora es una metástasis que no se alivia con compresas.

Tiene dos ventajas: no es un político al que le guste humillar. Su estilo de mando no es tiránico ni está movido por el rencor, que es lo que le ocurre a la izquierda española en general y al señor Zapatero en particular. Ya he relatado la frase pronunciada por un amigo suyo empresario, antiguo compañero de colegio, Fernando Bécker: "Oye, Mariano, cuando tú seas presidente del Gobierno ¿quién va a mandar en España?". Es la mejor definición de Rajoy que he escuchado nunca. Pertenece a ese tipo de hombres definidos por la frase genial de Groucho Marx: "Estos son mis principios. Pero si no le gustan tengo otros".

Y sí tiene experiencia administrativa. De José María Aznar aprendió la política kleenex, de usar y tirar. De todos los asesores y próximos que ha tenido, sólo permanece Pedro Arriola. El hombre de las encuestas, o mejor, el hombre que le dice cómo debe mantenerse en el poder.

Eso sí, tiene una gran ventaja, que es la que le proporciona el parangón con Zapatero. Decir que ZP ha destrozado España no es noticia, es lo que llamaríamos un consenso de mercado. Pero esa ventaja de Rajoy me temo que sólo servirá para acentuar su frivolidad, especialmente su amoralidad en la política que es, ante todo, servicio al público. Un detalle: a Rajoy le importa un bledo el voto católico: está convencido de que no le pueden votar más que a él… para librarse de Zapatero. Conste que yo no lo creo así, pero me temo que estoy en minoría.

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com