A medida que pasa el tiempo pocos directores clásicos se están librando de "remakes" de sus películas más renombradas. Ahora le toca el turno a Joseph Mankiewicz y a su último largometraje: La huella.

Los que conozcan este largometraje del año 1972, eminentemente teatral y con sólo dos actores, se darán cuenta de que en esta nueva versión hay continuos guiños al espectador. El primero de ellos es la presencia de Michael Caine que repite. Si en el drama primigenio interpretaba el personaje del joven (el mayor era encarnado por Laurence Olivier), en ésta hace del veterano. Pero hay un guiño más porque aunque su oponente, interpretado por Jude Law, confiesa que es actor, Michael Caine le llama continuamente peluquero (el papel que él interpretaba en la película de Mankiewicz).

Basada en una obra de Anthony Shaffer, La huella es un relato de esos que le gustaban a Mankiewicz: un juego de gato y ratón. Así, un afamado escritor de novelas policíacas invita a su casa al amante de su mujer, un joven actor en paro. Ambos se enzarzarán en una gran lucha dialéctica y en un duelo terriblemente peligroso.

Aunque tanto Michael Caine como Jude Law logran brillantes interpretaciones, hay algo que hace inferior este "remake" del original y eso se debe a que en el guión de esta película ha intervenido Harold Pinter, que se ha tomado ciertas libertades en los diálogos. De tal forma, que lo que en la versión de Mankiewicz era verdadero barroquismo e ingenio, en esta nueva incursión cae, en algunos momentos, en lo chabacano e, incluso, soez. Y es una lástima porque la obra de Shafer es tan atractiva que su adaptación siempre crea más expectativas que muchas obras teatrales más recientes.

Para: Los que no conozcan la película original de Mankiewicz. Las comparaciones son odiosas