No hay nada más peligrosamente violento que un pacifista. La muestra esta en Zapatero, que ha convertido a los españoles en un objeto de las más diversas vigencias: terroristas, piratas, etc. Obama llegó al poder con aureola de pacifista. Sus partidarios entraban en éxtasis y clamaban: el siglo XXI ha empezado con Obama tras el paréntesis Bush. Despreciable Bush.
Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y la entrega del Nobel de la Paz, Obama nos ha explicado que existen guerras justas o injustas. Es decir, que se dejó el pacifismo en la campaña electoral. Un acierto, según se mire.
Ahora bien, lo de un discurso con motivo de la recepción del Nobel de la Paz hablando de guerras justas e identificando las de Afganistán e Iraq como tales guerras justas, deja algo que desear.
Si está muy claro: la guerra justa es aquella en la que se responde a una agresión, en la que se utilizan elementos proporcionados en la respuesta y en la que se retira en cuanto uno ha logrado conjurar la agresión.
Obama asegura que tanto la invasión de Iraq como la de Afganistán son guerras justas. No lo parece. Tras el 11-S puede justificarse la guerra de Afganistán pero no tiene ninguna justificación la de Iraq, como bien le recordó Juan Pablo II a Bush. Incluso podríamos sospechar que la guerra contra los talibanes comenzó siendo justa y ha dejado de serlo. Ocho años después, ni sabemos dónde anda Ben Laden.
Ahora bien, Obama, al menos, aclara una cuestión harto interesante: la guerra justa no tiene nada que ver con la guerra legal, aprobada por Naciones Unidas. O sea que es menos insensato que Zapatero y Moratinos para quienes ambos términos son idénticos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com