El cristianismo transformó, en buena medida, la cultura cruel e inmisericorde del Imperio Romano y del mundo bárbaro.

Sr. Director:

Muchos vemos el panorama de la cultura que se nos brinda; pero José  Ignacio Munilla lo escribe para todos (www.enticonfio.org) y lo hace con este  título: "Jesucristo,  victoria del amor": "Han pasado ya 2009 años, y nuestra sociedad continúa debatiéndose entre la acogida y el rechazo a Jesucristo.

El hecho de que su nacimiento marque el centro -el año cero- del calendario occidental, no quiere decir  que Él sea, en la práctica, el fundamento de los valores que construyen nuestra vida. Pero lo cierto es que en estos dos milenios, la historia de la humanidad ha "progresado" en la medida en que se ha abierto al mensaje del Evangelio; mientras que, por el contrario, ha "retrocedido" cuando le ha dado la espalda.

El cristianismo transformó, en buena medida, la cultura cruel e inmisericorde del Imperio Romano y del mundo bárbaro. La pobreza y la debilidad, pasaron de ser un signo de maldición, a convertirse en un reto para nuestra generosidad y en un cuestionamiento de nuestra falta de humanidad.

Por ejemplo, en el caso concreto de la atención a los enfermos, con la llegada del cristianismo comenzó la asistencia a los "incurables", aquellos que hasta entonces, según la práctica habitual, eran abandonados, e incluso expulsados fuera de los muros de la ciudad. Antes de Jesucristo, no se concebía que la sociedad emplease sus energías en acompañar y aliviar el sufrimiento de quienes carecen de perspectivas de "futuro". El cuidado de los minusválidos, enfermos mentales, moribundos, etc., terminó formando parte de la cultura  occidental, por influjo de la concepción cristiana de la existencia, que reconoce en el ser humano una dignidad espiritual, más allá de su salud corporal.

Sin embargo, a lo largo de estos dos milenios, también la cultura de la muerte ha tenido numerosos valedores, como es el caso del filósofo Friedrich Nietzsche, quien en la segunda mitad del siglo XIX impulsó un pensamiento que ponía las bases para el posterior surgimiento del nazismo, del comunismo y de otras visiones anticristianas de la existencia.

Nietzsche despreciaba el cristianismo por haber difundido los ideales de la compasión, la piedad, la humildad, etc. En opinión de Nietzsche, todo ello es contrario a lo que él considera verdaderos valores: la salud, la vitalidad, el poder, lo enérgico, el triunfo, etc.

La historia prosiguió su curso inexorable, y tras la dramática lección extraída del nazismo y del comunismo, todo hacía pensar que Occidente volvería a "progresar en humanismo", desde el redescubrimiento de sus raíces cristianas. Sin embargo, llegado el final del siglo XX y el inicio del XXI, nos encontramos con numerosos signos de alarma, que amenazan con un "retroceso" hacia la cultura de la muerte, antaño superada por el cristianismo.

¿Qué pensar de una cultura que reivindica la muerte -el suicidio asistido- como un derecho? ¿Y qué sociedad estamos construyendo, en la que se llega a considerar la vida como un "infierno",  y a la muerte como una "liberación"? Tal vez, la única característica novedosa de esta nueva reformulación del paganismo anticristiano en la que estamos inmersos, es que se nos presenta disfrazada de tolerancia y de libertad. Ya no se trataría de expulsar a los débiles y desahuciados de nuestra sociedad, sino de inculcar unos antivalores que les lleven

a convencerse de que están sobrando, de forma que sean ellos mismos los que tomen la decisión de quitarse de en medio Sin embargo, al mismo tiempo que la cultura de la muerte parece imponerse, el mensaje de Cristo continúa abriéndose camino en nuestros días. Jesucristo se revela cada vez como más necesario y decisivo, para todos aquellos que  buscan el sentido de la existencia".

Keka Lorenzo de Astorga

kekalorenzo@gmail.com