Suelo leerle desde hace tiempo, con agrado por su celo y con bastante aceptación en lo que dice ya sean temas económicos o editoriales.
Permítame una importante corrección que estoy seguro acogerá con alegría.
En su tema de la JMJ XIV, llevado por su pasión, resaltó el carisma de la profecía en las mujeres. Cierto. Mezcló conceptos jerárquicos de poder mundanos y eclesiales. Muy incorrecto desde mi punto de vista. Las mujeres (y los hombres) tienen un inmejorable modelo, la Virgen María, la Humildad. Los carismas, gracias y dones, en gran o menor medida, empequeñecen ante esto.
Sobre el sacerdocio me expresaré en palabras de otros:
Pág. 79. "Vida y Visiones de la Venerable Ana Catalina Emmerich" (no es suyo pero lo considero apropiado).
"...ordenando que ninguna misión, ninguna vocación, ninguna gracia ni privilegio pueden ser substraídos al juicio de los superiores de la Iglesia. Pues ninguna gracia ni don, ni grado alguno de santidad, excede en interior dignidad y alteza al carácter sacerdotal; ni hay ningún otro mediador visible entre Dios, cabeza invisible de la Iglesia, y los fieles, fuera del sacerdocio; por tanto los dones y auxilios, los tesoros de misericordia que Dios ofrece en los méritos y dones extraordinarios de sus fieles y escogidos, a la iglesia, deben ser apreciados y recibidos por los sacerdotes y después comunicados a los demás fieles".
Pág. 241. "Ejercicios espirituales en el Padrenuestro". D. Pablo Domínguez.
"¡Lo más santo que puede hacer alguien sobre la faz de la tierra es celebrar el santo sacrificio del altar!
Lo más santo, lo más, lo más. No hay nada que sea capaz de superarlo: el santo sacrificio del altar".
Cuando habla el sacerdote, llama a Dios. El sacerdote llama y Dios acude, aunque se haga de forma indigna, Dios acude amoroso y obediente. ¿Nos hemos dado cuenta de eso? ¿Los fieles se dan cuenta? ¿Todos los sacerdotes se dan cuenta? Cuando nos demos cuenta seremos humildes como María.
Siga así. Ahora con más fuerza que nunca.