El líder del Felipismo cree haber perdido sus opciones para ser ministro de Exteriores de la Unión Europea ampliada. Sus relaciones con Almunia son malas, con Zapatero, peores. La vieja guardia del Felipismo molesta a los nuevos cargos zapateristas.
Se supone que para hacerle la competencia a su ex compañero de partido, Carlos Solchaga, que también aspira a suceder a Alfonso Cortina en la Presidencia de Repsol YPF.
Se da la circunstancia de que Javier Solana no se entiende con otro ex ministro de Felipe González, con Joaquín Almunia, hoy comisario de Economía del Ejecutivo de Bruselas. El único comisario español, dicho sea de paso. Hasta el momento, Javier Solana, mister PESC, soñaba con convertirse en el futuro ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, un cargo que sólo tomará carta de naturaleza si se aprueba el proyecto de Constitución Europea. Para quien fuera secretario general de la OTAN, ese sería el cargo de su jubilación.
Sólo hay un problema: la Guerra de Iraq ha resultado demoledora para las aspiraciones de Javier Solana, al que se le consideraba un hombre demasiado próximo a los norteamericanos, especialmente tras su paso por la Secretaría General de la OTAN y su papel durante la Guerra de los Balcanes.
Así, tras el 14-M, cuando desde todas partes le llegaba a Zapatero la recomendación de Solana como responsable de Exteriores (cargo que ya ocupara), repitiendo así la jugada de Pedro Solbes, Zapatero se niega en redondo y se empeña en nombrar, como decisión más que personal, a Miguel Ángel Moratinos, a pesar de que las carencias del representante de la Unión Europea en Oriente Próximo eran conocidas por todo el Cuerpo diplomático. Solana, se queda, una vez más, en puertas. No digamos nada ahora mismo, tras 200 días de Gobierno socialista, cuando la impresión general consiste en que tenemos Zapatero para rato, dado el caos reinante en el Partido Popular de Mariano Rajoy.
Lo que está claro es que a lo mejor Zapatero no apoya con entusiasmo a Solana como futuro ministro de Asuntos Exteriores de la Unión Europea ampliada, eso suponiendo que disponga de los apoyos necesarios.
Conclusión: Solana está dispuesto a volver a España y terminar su carrera en la empresa, no en la política. Ya es hora de empezar a ganar dinero. Por eso, apuesta por sustituir a Alfonso Cortina, cuyo sillón también es apetecido por Carlos Solchaga. Llama la atención cómo los alfiles del Felipismo consideran que su época no ha pasado. Otra cosa piensa la generación Zapatero, que se enfrenta a dos problemas a la hora de sustituir a los presidentes de las empresas privatizadas:
1. No es tan fácil.
2. Si lo fuera, preferirían colocar a otros hombres, y no a las viejas glorias en busca de una jubilación honrosa. Es decir, gente cono Narcís Serra, Carlos Solchaga, Claudio Aranzadi, Juan Manuel Eguiagaray o Javier Solana, por no hablar de su hermano Luis.
O como diría Alfredo Pérez Rubalcaba, precisamente el nexo de unción entre el Felipismo y el Zapaterismo, no a cualquier precio.