La guerra contra Irak no es justa por los argumentos que ayer exponíamos en Hispanidad.com, argumentos robados a la pluma de Juan Pablo II: la guerra contra Sadam no cumple ninguno de los requisitos de la guerra justa. Ni es defensiva ni es proporcionada, por lo que se corre el riesgo de que paguen justos por pecadores. Además, las relaciones entre los pueblos no se puede fundar en la sospecha. Si usted no logra demostrar que Sadam Husein posee armas de destrucción masiva y está dispuesto a utilizarlas, usted no puede atacar: cometería una inmoralidad.

No, no es una guerra justa y puede y debe ser evitada. Pero me fastidia la catadura de los detractores de la Casa Blanca. En primer lugar, porque han aprovechado la doctrina papal para sus propios intereses. Rusia, Canadá, Alemania y Francia, consideran que el ataque contra Irak no sería justo, no porque crean en la diferencia entre violencia justa o injusta, sino porque en estos momentos les interesa dejar sólo a Estados Unidos. Le interesa a Francia, que recupera así el espíritu gaullista de independencia diplomática y militar. Le interesa a Alemania, cuyo canciller, Gerhard Schröder, ha decidido que el anti-americanismo suplante su desastrosa gestión económica.

Schröder es uno de los personajes más nefastos de la reciente historia europea. No cree en Europa, sino en una Unión Europea dirigida desde Alemania. Tampoco le importa en demasía haberse convertido en uno de los abanderados de la cultura de la muerte y de los atentados contra la familia, mientras hace caso omiso del renacer del nazismo en la vieja Prusia, especialmente en la antigua Alemania oriental y pro-soviética, mientras alienta un nacionalismo económico cada día más peligroso para sus socios de la UE.

Vladimir Putin aún resulta más peligroso que Schröder. Si acaso peor, porque el presidente ruso masacraría a Irak de muy buena gana, como masacra a los chechenos, pero, como Chirac, pretende recuperar el prestigio internacional de Moscú, derruido tras la caída de la URSS.

Y más. El principal opositor de la Casa Blanca no es París, ni Berlín, ni Moscú, ni tan siquiera la vecina Ottawa. No, el principal opositor es la propia Naciones Unidas. Es en Naciones Unidas, cobijados bajo las gallináceas alas de Kofi Annan donde se refugian los muy creativos diseñadores de una arquitectura mundial de los derechos humanos de tintes modernistas, es decir, tiránicos, donde se castigue a todos aquellos que defienden la vida humana: la salud reproductiva no es más que eso. La unipolaridad de Washington, así como los comentarios desafortunados del máximo responsable del Pentágono, Donald Rumsfeld, me preocupan menos que los manejos del lobby feminista y radical de Naciones Unidas, y de la imposición, desde Naciones Unidas, de un relativismo bobalicón, castrante y triste.

Es más, si la alternativa a la unipolaridad de Estados Unidos es el esquema ideológico de Naciones Unidas y su dictadura demográfica (de la que depende cualquier otra forma de tiranía) entonces no sé si prefiero el fuego de Washington o las brasas de Nueva York.

El derecho internacional es la clave del futuro y de la paz. Si ahora Bush decide unilateralmente, forzando la Resolución 1441, que viene de la Guerra del Golfo, habrá roto con ese derecho internacional, estructurado a través del Consejo de Seguridad. Ahora bien, si el derecho trasnacional que se impone es el antes descrito... pues casi me quedo con George Bush, o con ninguno. 

A fin de cuentas, George Bush puede haberse equivocado, pero es uno de los grandes defensores de la vida humana más débil, la del no nacido. Es decir, la clave del siglo XXI.

Así que hay que evitar la guerra contra Irak, que no la presión sobre el régimen iraquí, pero dejemos claros los motivos: juntos, pero no revueltos, por favor.

Eulogio López