La Vicepresidencia primera queda vacante. Encima, su tío Carlos Mato abandona el Grupo. Por el momento, todo sigue preparado para que Marta herede el 50% de la sociedad. No obstante, el problema sigue siendo la profesionalización de la empresa más exitosa de España.
Todo el mundo se sorprendió cuando el consejero delegado de Inditex, Pablo Isla, se convirtió en presidente de la compañía presidida por el hombre más rico de España, Amancio Ortega. Nadie pone en duda la buena gestión de Isla, desde luego pero Inditex-Zara es una empresa patrimonial. Para ser exactos, a través de su instrumental Puente Gadea posee el 60% de Zara.
La historia es ésta: Pablo Isla insiste en que debe ser nombrado presidente. Lo cierto es que su salida hacia Telefónica la tiene más que taponada desde hace dos años, pero siempre puede esgrimirse. Es entonces cuando, no tras una reflexión paulatina, como se cuenta, sino en un fin de semana, Amancio Ortega presionó a su hija Marta, fruto de su segundo matrimonio con Flora Pérez Marcote, para que asuma la Presidencia y continúe aprendiendo el negocio desde la cúspide. Y ahí se produce la gran desilusión: Marta Ortega Pérez responde a su padre que no. La negativa es persistente, tanto que don Amancio se desanima y cede: nombra a Isla presidente con plenos poderes. Insisto: en un fin de semana.
La desilusión es tan grande que padre e hija se han distanciado y, lo que más ha sorprendido a los próximos: Ortega ni tan siquiera ha introducido a su hija en el Consejo. Y eso que al ser ascendido Isla a la cima deja libre la mencionada Vicepresidencia primera (la segunda corresponde a Carlos Espinosa de los Monteros). Como dicen en La Coruña: Isla aísla a Ortega.
No se sabe si Ortega convencerá a su hija Marta para que se integre en el Consejo como representante de la propiedad pero, por el momento, ha quedado chasqueado. No sólo eso, ahora se recrudece el enfrentamiento entre los Pérez Marcote y el directivo Pablo Isla.
Recordemos que Flora Pérez Marcote es consejera de Inditex, pero también trabajan como directivos sus hermanos Jorge y Oscar Pérez. Un detalle ilustrativo: la prensa gallega -que sabe más que cuenta sobre el imperio de Arteixo- habla del reciente ascenso de Óscar Pérez desde la filial Bershka a la corporación, a Zara. Muy cierto, sólo que olvidan que sustituye a su cuñado, tío de Marta Ortega, Carlos Mato, quien abandona la compañía.
Como se dice en la jerga corporativa, estamos ante el habitual episodio de una empresa familiar en la que falla la sucesión dinástica, es decir, hablamos de una profesionalización de la compañía. Ahora veamos hasta dónde puede llegar esa profesionalización.
El imperio Ortega funciona de la siguiente forma. Puente Gadea, la instrumental de don Amancio, posee el 60% de la compañía. Otro 5% corresponde a Rosalía Mera, primera esposa de Ortega y madre de dos hijos habidos en el matrimonio. El resto, un 35%, cotiza en bolsa. E Inditex vale en bolsa 35.000 millones de euros.
Conste que fue el propio Ortega quien forzó la modificación de la ley gallega sobre herencias, reduciendo al 25% las legítimas, la parte que obligatoriamente queda en manos de los hijos. En otras palabras, un 25% de Puente Gadea debería ser repartido entre los tres hijos de Ortega, que podría dejar a Marta Ortega Pérez un 75%. Es decir, que el 25% del imperio de la moda quedaría en manos de su hija Marta. A ello hay que añadir el 8% del 25, lo que nos situaría casi en la frontera del 50%. Además, Puente Gadea posee otros activos -y muy jugosos- con los que se pueden mejorar las legítimas. En otras palabras, los hijos de Rosalía Mera no tendrían por qué recibir acciones de Inditex, sino otros activos de su padre.
Por tanto, el problema no es de sucesión sino de que Marta Ortega Pérez se integre en la gestión de la compañía aunque sea como accionista de referencia, sin intervenir en la gestión. Este es el problema. El hecho de que no haya entrado en el Consejo tras el ascenso de Isla y que la Vicepresidencia primera continúe vacante, da que pensar.
Todo ello lleva a presagiar que Pablo Isla no tendrá prisa en nombrar un consejero delegado. Además, los hombres fuertes del Consejo son mayores: Juan Manuel Urgoiti tiene 71 años, Carlos Espinosa de los Monteros 68 y Francisco Luzón -que aún sueña con suceder a Alfredo Sáenz como consejero delegado del Santander-, 63. Isla no llega a los 50.
Y aquí es donde se abre la incógnita. Si Ortega no encuentra en su hija Marta la añorada sucesión, ni tan siquiera como administradora del patrimonio familiar, la empresa estaría abocada a la profesionalización en su segunda y más radical acepción. Es decir, que la familia Pérez Marcote vendiera su patrimonio y que Pablo Isla preparara su núcleo duro de apoyo a su gestión, que bien pudiera tratarse de socios financieros, no industriales. Sólo pensar que se tratara de los depredadores del capital-riesgo es como para echarse a temblar. Inditex dejaría de ser así una empresa familiar.
¿Peligro de gestión? No, desde luego, porque Isla lo está haciendo muy bien. Pero sí de ruptura de la estructura local del monstruo textil. Inditex camina hacia los 100.000 empleados, presente en 80 países y con un espectacular crecimiento incluso durante la crisis nacida en 2007. Sí, todo eso es cierto, pero, sobre todo, ha crecido y mejorado con una nota distintiva esencial: el diseño, corazón de la corporación sigue radicado en un barrio-pueblo de La Coruña, que es donde se hace moda y desde donde se dirige todo el entramado. En un país como España, que se está convirtiendo en un páramo industrial, mantener ese esquema es vital. Ortega lo ha mantenido porque sin haber pasado por ninguna escuela de negocios, ha marcado una cultura empresarial -aquí sí puede hablarse de cultura- que crea puestos de trabajo en todo el mundo pero que mantiene el corazón en un rincón de España, donde se toman las decisiones de inversión. Esta es la cuestión.
En cualquier caso, la sucesión en Inditex no ha terminado. Es ahora cuando comienza.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com