Una vez más se ha demostrado que la crisis económica no se combate con demagogias populistas que propugnan más gasto público, sino con la austeridad necesaria para reducir el déficit.
El presidente francés, François Hollande, al ser abucheado por la multitud lo ha comprobado en su propia carne. Pero lo que realmente es reprochable en Hollande es que haya aprobado ahora unos recortes que debió aplicar hace dos años cuando pensaba falazmente que podía mantener indefinidamente la ficción de una política de izquierdas que solo ha servido para hundir más la economía del país.
Lo que todavía no ha entendido buena parte de la sociedad europea, que ya se apresta a acudir a las urnas el próximo 25 de mayo, es que frente a la crisis no valen de nada las recetas ideológicas sino la firme voluntad de sanear las cuentas públicas y no gastar más de lo que se ingresa, porque más tarde o más temprano, hay que pagar las deudas contraídas por el Estado.
Como contraste de lo que ocurre en Francia, en nuestro país empiezan a dar su fruto las políticas de austeridad emprendidas por el Gobierno de Mariano Rajoy hace dos años, sin que la oposición de izquierdas haya entendido todavía que la prosperidad de mañana solo es posible con la austeridad y el ahorro de hoy.
José Morales Martín