Pero hay una historia paralela en este salvamento de Bankia con fondos públicos. La historia de la ingratitud humana.
Los dioses no lloran en el Olimpo. Esta es una verdadera historia de crisis. La salida de Rodrigo Rato de Bankia se ejecuta un martes 8 de mayo. Pero el momento culminante llegó el domingo 6 y la cuenta tras comienza el viernes 4.
Es el viernes cuando se reúnen en el despacho del ministro de Economía, Luis de Guindos, los cuatro banqueros más importantes de España: Emilio Botín (Santander), Francisco González (BBVA), Isidro Fainé (Caixa) y Rodrigo Rato. Se habla de Bankia, la más acuciada por la falta de liquidez y, sobre todo, por la mala imagen. Rodrigo Rato ha solicitado una ayuda –ojo, financiera, es decir, pagando intereses- de 6.500 millones de euros. Un plan de saneamiento que había sido aprobado por el banco de España.
Se vuelven a reunir el domingo. Francisco González, el hombre al que Rato convirtió en banquero al nombrarle presidente de Argentaria sin experiencia alguna en el sector, es el más duro con su antiguo valedor, el hombre que le hizo pasar de agente de cambio y bolsa a presidente de Argentaria.
Al finalizar la sesión, Guindos le pide a Rato, su antiguo jefe en la Vicepresidencia económica con Aznar, que se quede un momento y le comunica lo siguiente: Bankia necesita ayuda del Gobierno y no podemos dárselas mientras tú seas el presidente. Tienes que irte ya.
Rodrigo Rato es un tipo obediente. Sólo pide ser él mismo, quien anuncie su dimisión el viernes 11, en el Consejo de Administración de BFA, la matriz de Bankia. Así lo acuerdan pero el proceso se precipita.
El diario La Razón se adelanta. El lunes 8 publica que Rato se marcha. ¿Quién se lo filtró? Interesante cuestión. A nadie se le oculta que su director, Francisco Marhuenda, espléndido periodista, fue el jefe de Gabinete de Bankia. El caso es que a las 14,30 horas, Rato se ve obligado a redactar, deprisa y corriendo, un comunicado en el que considera haber cerrado una etapa, haber cumplido unos objetivos… y cede el puesto a José Ignacio Goirigolzarri. Quizás de ahí venga el resumen ulterior de un importante ejecutivo español: puedes cesar a Rato: lo que no puedes hacer es escupirle.
Por cierto, la mano derecha de José Ignacio Goirigolzarri, su actual director de Riesgos, José Sevilla, había acudido quince días antes a la propia Bankia y desde el Ministerio habían pedido que se le atendieran Dijo representar a un grupo de inversores interesados en comprar inmuebles, de los que Bankia tenía para 'jartarse'.
Al final, el lunes y el martes se vivió un espectáculo curioso en la torre inclinada que sirve de sede a la entidad. En la plana noble, planta 23, Miguel Blesa tenía instalado el despacho de honor, enorme. Al lado, un comedor privado para almorzar con las visitas. En éste era donde se había instalado Rodrigo Rato. Pues bien, durante un día, Goiri trabajó en el despacho grande mientras Rato recogía sus enseres en el pequeño.
Pero el destino es caprichoso y la Providencia ama la ironía. Por esa razón, el lunes 7, a las 19.00 horas se celebraba la ceremonia de graduación en el CUNEF, un centro de estudios superiores ligado a la banca. Y Gela Rato, hija mayor del ex director del FMI se graduaba… y el ministro de Luis de Guindos era el padrino de la promoción
Y eso es lo curioso, porque, ya con la dimisión de Rato hecha pública, resulta que los periodistas presentes no recogen ningún mensaje de tranquilidad para depositantes e inversores del interviniente, el Gobierno, y debe ser el intervenido, el cesado Rato, quien asegurara tranquilidad a ambos colectivos, especialmente a los depositantes, que son los importantes. Eso sí, De Guindos abrazó a Rato y Rato a De Guindos. Señores: hemos sido educados en colegio de pago.
Y a todo esto, ¿quién de los tres banqueros colegas de Rato fue el más duro con Bankia? Lo dicho: Francisco González el que le debe su puesto al caído. La historia recuerda a aquel viejo dicharacho:
-He oído a Fulano hablar mal de ti
-¡Qué raro. No le hecho ningún favor!
Y la historia tiene moraleja, por cuanto podría ser que José Ignacio Goirigolzarri, cesado con malas formas –aunque bien pagado- por FG, lograra sanear Bankia con ayuda del dinero público y, al final, pidiera consolidar la entidad con una fusión con el BBVA. En ese caso, parece claro que FG tendría que jubilarse y dar paso a su exdelfín… convertido ahora en tiburón. Pero esa es otra historia.