Ya dijo Heráclito que todo cambia. Para él, el cambio era --si se me permite hablar así-- la esencia del mundo visible. No comparto yo esa visión del mundo, pero reconozco que casi todo cambia en el mundo visible.
Nuestra vida transcurre en un instante cosmológico. Nuestra visión de la naturaleza es como una instantánea fotográfica. Eso nos dificulta la percepción del cambio: puede parecernos que la naturaleza, siempre bella, majestuosa, imponente, es inmutable y estática. La ciencia, si embargo, nos habla de continentes en movimiento, de períodos glaciares, de especies desaparecidas; de cómo la fuerza del viento, del agua y el hielo, y las especies, han ido modelando el paisaje.
En nuestros días hemos adquirido la conciencia de que sobre nuestro instante cosmológico pesa una hipoteca ecológica. Podemos y debemos utilizar los recursos naturales con prudencia, sin dañar irresponsablemente el entorno. Me parece bien, pero pienso que la conciencia ecologista es, a veces, escrupulosamente conservacionista. Intenta preservar sin más, ignorando las leyes de la naturaleza, las leyes del cambio. Ignoramos que nuestra especie --en esto no somos excepción-- también tiene derecho a luchar por la subsistencia contra los elementos; a dejar su huella en el globo terráqueo.
Miguel Vega López