Entre los nuevos ajustes figura la reducción del salario mínimo, fijado en aquel país en los 750 euros brutos mensuales por catorce pagas. Con ese dineral, como es sabido, puedes casarte, tener unos ocho hijos y disponer de un chalet de unos 200 metros cuadrados para cobijarte. (Sí, es coña).
Para entendernos: la clave del problema griego consiste, según el Eurogrupo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE) consiste en que los griegos que sobreviven con el salario mínimo (o con salarios bajos dado que el SMI indicia a toda la escala salarial) dejen ya de cobrar la barbaridad de 750 euros y pasen a percibir 600. El ahorro es inconmensurable, oiga usted, además es un gran consuelo para los españoles cuyo salario mínimo es de 641 euros brutos por catorce pegas. Ahora vamos a cobrar más que los griegos. ¡Cómo ha mejorado la economía desde que el señor Rajoy se ha convertido en el inquilino de Moncloa!
La parte buena -ahora sin coñas- es que, al final, la famosa quita tendrá que hacerse, quieran o no quieran. Es lo que había que haber hecho desde un principio, en lugar de seguir extorsionando al Tesoro griego o, si lo prefieren, arreando bofetadas al Ejecutivo griego en la cara del pueblo griego. Los intermediarios financieros no aceptaban una quita del 50% y ahora tendrán que aceptar una del 70%. No se preocupen, no perderán lo que han ganado hasta ahora.
Al final, por evitar la quiebra se va a una quiebra. Hablar de quiebra controlada o incontrolada es como hablar de un terremoto dañino o inocuo. Simplemente, lo que está claro es que no se puede exigir que se apriete el cinturón quien no tiene pantalones. Si un banco está quebrado debe quebrar, si un país está quebrado no puede pagar sino una parte de lo que debe, y, en cualquier caso, el auto no se arregla reduciendo el salario mínimo.
Grecia no es más que el modelo siniestro de una economía financista, siempre empeñado en proteger las finanzas y acabar con las economías particulares.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com