La declaración soberanista de Artur Mas coincide en el tiempo con las ofensas al Rey en Gerona y con la victoria de los aranistas en el PNV. Mientras, se aleja la posibilidad de una derecha cristiana en España: tanto Aguirre como Gallardón y Rajoy consideran que el voto católico está cautivo del PP. Mientras, el PSOE opta por mantener la misma política de entendimiento tácito con PNV y CIU y máximo enfrentamiento mediático con ETA… quizás sólo mediático
Dimite Josu Jon Imaz en el PNV porque no puede con los radicales independentistas de su formación, aquello que no quieren saber nada con España, que tienen los mismos objetivos que ETA sólo que sin matar a nadie: Xavier Arzalluz, Joseba Egibar y el lehendakari Juan José Ibarreche. Es decir, con el PNV ya no se puede contar para pactar con el PP.
Y lo que es más grave: el líder del nacionalismo catalán, Artur Mas, primera fuerza de una región que triplica en habitantes a Euskadi, con mayor peso político y económico y más del doble de cuota electoral, también se confiesa independentista. De hecho, si Mas no ha logrado pactar con la independentista ERC, con la que bien podría acceder a su anhelada Presidencia de la Generalitat, sólo es porque Josep Luis Carod, líder de los republicanos, ambiciona el mismo puesto que Mas.
Y todas estas declaraciones de independentismo, más radicales que cualquier otro comportamiento de PNV y CIU durante toda la etapa democrática, coinciden con un hecho simbólico: la quema de efigies de SM el Rey Juan Carlos durante su visita a Gerona. Puede que el monarca se haya negado, y eso le reprocha en distintos ámbitos, a defender la unidad de España frente a los excesos de algunos estatutos y haya mantenido un "atronador" silencio, pero lo cierto es que la Monarquía es el símbolo de esa unidad, quiera o no quiera el protagonista. Así que ya hasta el fiscal socialista Conde Pumpido, se ha puesto manos a la obra contra los pirómanos.
En este caldo de cultivo, ZP lo tiene claro: desde la ruptura de la tregua con ETA está obligado a mostrase, al menos en las portadas de los periódicos, al menos mediáticamente, mucho más duro con los terroristas que el propio Partido Popular. Es su forma de hacerse perdonar el chaco de la fallida negociación, el hecho terco de que los terroristas le tomaron el pelo. En principio, el cambio es sincero, aunque algunos políticos de derechas, como Jaime mayor Oreja, afirme que ZP está en el descanso, y que la segunda parte del encuentro se jugará si logra ganar las próximas elecciones generales.
Por fidelidad a la historia de la casa, en el PP, el apretón nacionalista se vive en forma de pugna abierta, entre los dos presuntos pensadores de la formación: la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Con compañeros como Esperanza y Alberto, ¿quién necesita oposición?
El alcalde insiste en que hay que pactar con los nacionalistas catalanes y vascos, convencidos, y probablemente esté en lo cierto, de que el progresista Gallardón obtendría votos en Euskadi y Cataluña.
Por el contrario, Esperanza Aguirre defiende el espléndido aislamiento que tan buenos resultados les dio a Nicolás Sarkozy en Francia. COMo recordarán, la socialista Ségolène Royal, quien siguió le consejo de su amigo Zapatero: Marginar a Sarkozy hasta que éste se convirtiera en un elemento radical. Y lo consiguió: unió a centristas liberales o conservadores con troskistas y verdes tecnófobos: todos contra Nicolás, al grito de "¡Sarkozy da miedo!". Las tácticas del PSF y del PSOE son exactamente iguales, hasta el punto de que Teresa Fernández de la Vega, vicepresidenta primera del Gobierno, compraba el viernes al PP con los proetarras. En definitiva, Aguirre insiste en que el aislamiento del PP a manos del social-nacionalismo que promocioan ZP es bueno para el PP, que se convertirá para muchos votantes en el único defensor de la unidad de España.
Pues lo que ocurrió en Francia fue que el electorado francés, empezó a considerar extraño ese compromiso, más histérico que histórico, entre la extrema izquierda y el liberalismo más capitalista, y comenzó a sospechar. Sospechó tanto, que la mayoría se decidió por el único que "era lo que parecía". Esta es la tesis de Esperanza Aguirre, frente a un Gallardón que insiste en que él sí que puede arrastrar el voto del nacionalismo moderado catalán, y vasco, básico para lograr "un voto más que el PSOE" y gobernar en Moncloa en minoría. Rajoy deberá elegir entre las tesis de Aguirre o las del candidato Gallardón.
En algo coinciden alcalde y presidente de comunidad. Los dos están convencidos de que el voto católico es cautivo del PP, y que, por lo tanto, se puede y debe coquetear con cuestiones como la vida, la familia, la educación, o la libertad religiosa etc, dado que el cristiano no podrá votar más que al PP. Por el momento, sin ninguna opción de defensa de los principios cristianos, lo malo es que ambos tienen razón. Los grupos políticos de impronta cristiana, de principios de ley natural, continúan divididos. Por eso, PP y PSOE tienen el campo libre.