Pero ya ven, es la oscura Edad Media la que se ha encarnado en las palabras de Martínez Camino sobre la coherencia de los políticos católicos. Estaba en el CEU, y mi amigo, el profesor Gabriel Galdón, le preguntó por la cuestión. Respuesta: no se puede dar la comunión a quien vote la ley del aborto. Monseñor Camino habla de pecado público y pecado privado. Esta terminología no me es próxima, pero la respeto, porque Camino sabe mucho más que yo. Pero permítanme traducirla: lo que pretende la Iglesia y el obispo auxiliar de Madrid no es juzgar a nadie, eso lo hace el confesor cuando el penitente, con toda libertad, le sale de las narices acudir al confesionario. Lo que pretenden los pérfidos curas es evitar lo que monseñor Camino llama pecado público y yo llamo escándalo.
Escándalo no es hacer mohines versallescos sino sembrar la confusión. En efecto, si un fiel contempla a un político que se dice católico, un referente social, votar a favor del aborto, entenderá que el aborto, después de todo, no es ni tan malo ni tan anticatólico. Y resulta lógico y coherente que la Iglesia, para evitar ese escándalo, prohíba el acceso al sacramento más habitual y público: la eucaristía.
Lo más significativo es que no ha reaccionado la prensa socialista, sino la pepera. La escudería de periodistas y tertulianos peperos, sobre todo los de la derecha pagana, se ha revuelto contra la medida. A lo mejor es porque ven el peligro más próximo que los socialistas, que van menos a comulgar. Además, lo de Camino puede sentar precedente. Ejemplo: el alcalde de Madrid, señor Ruiz-Gallardón, a quien PRISA quiere al frente de la derecha española, comulgó en la Misa de la Almudena ante miles de ciudadanos y las cámaras de televisión. No es diputado, por lo que no tendrá que votar, ni a favor ni en contra, la ley del aborto, pero reiteradamente, al igual que Rajoy, han aplaudido la ley en vigor, la misma que ha provocado 115.000 abortos en 2008. Eso por no hablar de que el alcalde lleva repartiendo PDD, abortivas, a niñas de hasta 13 años, casando gays y practicando otra forma de fastidiar la doctrina católica.
En cualquier caso, un futuro esplendoroso se abre ante nosotros: se llama mundo coherente, esa virtud.
Eulogio López
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