Fueron los norteamericanos quienes inventaron las dos reglas de oro de la libre competencia en el sector audiovisual, probablemente el más importante de la sociedad de la información: si posees un canal de TV de alcance nacional no puedes tener canales estatales (aquí serían autonómicos). En segundo lugar, el que produce no emite, y el que emite no produce.
Como la tecnología cambia, hoy habría que aplicar una tercera: el que tiene TV de pago no puede tenerla en abierto, y vicevérsica, como diría Ozores.
Y es que en Francia podrían fusionarse las plataformas de TV de pago (lo que aquí sería Digital ) la plataforma de TV digital por satélite esto es lo de menos, lo de más es que es de pago- Canal Satelite y TPS. La primera es propiedad de Vivendi Universal, como heredera de Canal Plus Francia, de la misma forma que la actual Digital de Polanco no es más que la heredera de Canal Plus España.
El periódico Gaceta de los Negocios lo explica estupendamente: las dos plataformas se fusionan para evitar la guerra de tarifas y terminar con la pugna por los derechos de retrasmisión deportiva, cinematográficos y de teleseries -el teatro de hoy en día son las series de televisión, que son las que tienen más influencia ideológica-. En otras palabras, es un pacto contra el consumidor: el oligopolio no les basta y quieren el monopolio, para poder subir tarifas ya se encargará el Gobierno francés de permitirlo- y para comprar más baratos los derechos de retrasmisión televisiva y cinematográfica, y hurtárselo, de paso, a aquellos que no pueden costearse una TV de pago pero sí quieren ver cine o partidos de fútbol aunque sea con publicidad.
Y el monopolio de la TV de pago ha ocurrido en Reino Unido, Alemania, e Italia, ahora tocaba Francia.
Ahora bien, en el caso francés, al igual que ocurre en España con el monopolio de la TV de pago. En Francia se vulneran los dos principios norteamericanos. Canal Plus, apoyado desde le Gobierno, y muy en concreto desde el grupo de ideólogos nacidos a la sombra del a Presidencia de François Miterrand, ha sido el soporte de casi toda la producción cinematográfica y audiovisual francesa. Tanto subvencionó Canal Plus la producción audiovisual gala que, a pesar de los favores del Gobierno ya saben la recepción cultural francesa- hundió a todo el imperio de infraestructuras y de construcción de Vivendi.
En cualquier caso, al igual que a Polanco se le ha permitido en España el control de los derechos televisivos y cinematográficos con el monopolio de la TV de pago, al tiempo que posee un canal en abierto y una cadena local también en abierto, en Francia se une una plataforma propiedad de los canales en abierto TF1 y M6 y de los canales con una Vivendi que también tienen intereses en abierto. En otras palabras, se tiende hacia el monopolio de la TV de pago con la TV gratuita. El monopolista español es Polanco, el francés, el constructor Bouyghes y los otros de Canal Plus. Lo que, dicho sea de paso, supone, desde el punto de vista ideológico, la fusión entre el progresismo conservador de Bouyghes, netamente capitalista y gaullista y el progresismo socialista se la llamada gauche divine
Es decir, que el proceso de concentración en la industria cultural francesa sigue los mismos caminos que en España: un monopolista como mucho oligopolista prioritario- controla la TV en abierto, la TV de pago y la producción audiovisual. En España, nadie puede soñar con abrirse camino en la información con imágenes, o en la ficción televisiva y cinematográfica si no tiene el paradigma del Gobierno (RTVE) o de Jesús Polanco (Sogecable). Los grandes productores son ellos y sólo ellos. E ideológicamente vienen a ser una misma cosa. En Francia ocurre lo mismo, sólo que con los hombres de Canal Plus y con Bouyghes.
Queda aún otro escalón de concertación, el gran sueño de todo señor de la prensa o caballero de la tele: el monopolio paneuropeo. Ahí es donde entra Polanco, a quien hay que reconocer que es uno de los pocos españoles que no acepta ser rentista: cuando sale al extranjero, quiere mandar. Polanco quiso en su día entrar en Canal Plus y hoy mira con ojos ávidos la fusión de Canal Satélite y la alternativa a este proceso de concentración acelerada del poder informativo (tanto en su faceta periodística como en la definición televisiva o cinematográfica), a este oligopolio informativo que tiende hacia el pensamiento único es Internet y la banda ancha, así como la fusión entre ordenador y televisor. Pero es un camino lento, que, además, choca con el monopolio práctico que en cada país europeo ejerce el oligopolio de editores, especialmente en lo que respecta a la compra de derechos de emisión y a la propia producción de películas y teleseries. En España, el ejemplo más claro es Imagenio, de Telefónica, o canales de TV a través de Internet. Eso sí, Telefónica es socio de Polanco en Digital , y no está dispuesta a dañar de lleno los intereses de Prisa. Sólo un poquito.
También el cable pude ser una alternativa al pensamiento único, aunque el cable es una infraestructura costosa muy desarrollada en América, pero poco en Europa, y no está claro que se vaya a centrar en el sector televisivo, al menos en el Viejo Continente.
El segundo paso es más grave: es el monopolio continental, que sólo la diversidad lingüística reinante en Europa, donde se habla la práctica totalidad de los llamados idiomas fuertes del planeta: inglés, castellano, francés, italiano, alemán, etc. Esa diversidad es un salvoconducto para la pluralidad en el campo periodístico, no así en ficción, en su doble vertiente de teatro (series) y cine. ¿Quién dará el primer paso? ¿Alemanes de Bertelsmann, británicos de Pearson? ¿Italianos de Berlusconi? ¿Franceses de Boughes o españoles de Polanco? El que más dinero tenga, pero sea quien sea, observen que apenas existen diferencias ideológicas entre ellos. Unos pueden estar escorados a la derecha y otros a la izquierda, pero ambos dentro del Sistema que confluye en el centro. Centro que, a día de hoy, nadie sabe exactamente dónde está, pero todos se lo imaginan. Por ejempl todos esos medios se consideran progresistas. Otro detalle: ¿Se imaginan ustedes a un cristiano coherente con su pensamiento triunfando en cualquiera de esos grupos editoriales? ¿A que no?
Eulogio López