El diario El País marca la campaña socialista y concreta el programa del PP en salarios más bajos y menos impuestos para los ricos. Mejor sería que el nuevo Gobierno redujera los impuestos a las pymes, que son las únicas que pueden.
El Banco de España nos ha amargado el puente de Todos los Santos: la economía española tuvo un crecimiento bicicleta durante el tercer trimestre: 0,0%. A partir de ahí, y cuando la campaña electoral comienza el viernes, el panorama político se enrarece. Ni el asunto ETA, con la manifestación de víctimas del pasado sábado, ni los españoles secuestrados por Al Qaeda ni ninguna otra noticia pueden quitar protagonismo al varapalo con el que termina el mes de octubre y que la contabilidad nacional tardará unos días en ratificar. Ahora es el momento de encontrar las posibles soluciones que pueda ofrecer el nuevo Gobierno.
Del programa económico del candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, prefiero no hablar. A don Alfredo sólo le falta lo de Alejandro Lerroux: aparecer en los mítines en traje de pana y alpargatas, para defender al pueblo de explotadores y terratenientes y luego volver a Madrid y enfundarse en traje y corbata para recibir a Emilio Botín. La demagogia del Robin Hood que deja un país con 5 millones de parados y se atreve a hablar en nombre de los desheredados de la fortuna es demasiado para este viejo corazón. No es de sorprender que mientras la pregunta del millón es conocer el nombre del ministro de Economía con Rajoy, a nadie le preocupe quién va a ser ministro de Economía con Rubalcaba. Al parecer, es un ente de ficción. Y por eso Rubalcaba ejerce de ministro de Economía prometiendo puentes a quienes carecen de ríos.
Pero al PP, presunto vencedor de las elecciones del 20-N, sí que hay que vigilarlo. El País ha resumido, con gran acierto y muy mala leche, el programa económico del PP: "Rajoy apuesta por bajar impuestos al capital y por salarios más bajos". Es decir, justo lo contrario de lo que no hay que hacer.
En un país de salarios de miseria, con cinco millones de parados, donde el consumo no remonta porque la gente no tiene dinero para consumir, y mucho menos para ahorrar, no cabe reducir el impuestos sobre el ahorro y mucho menos los salarios. Los salarios tienen que subir y, a cambio, dada la mala situación de las pymes y los autónomos, que son los que crean empleo, hay que compensar esa subida con la educación de impuestos laborales, especialmente de las cuotas sociales.
No es que el PP pretenda reducir los salarios. Quien ha bajado las pensiones a los jubilados -o programado su caída- y los salarios de los funcionarios no ha sido el PP, sino el Gobierno Zapatero, con Rubalcaba en la Vicepresidencia. El País se pasa dos pueblos, sí, pero la idea de fondo es cierta. Lo que pretende Rajoy es moderar unos salarios ya de por sí excesivamente moderados.
Pero aún más peligroso resulta el aviso de reducir los impuestos al ahorro. Pero, hombre, si el que tiene capacidad de ahorrar no es el más necesitado. En circunstancias normales, todo ahorro privado se convierte en inversión. En plena crisis, no. Ahora todo el ahorro privado no crea puestos de trabajo sino que alimenta el endeudamiento público y el tamaño del Estado. Y además, reducir la fiscalidad sobre el ahorro es un brindis al sol: más que nada porque no hay ahorro que premiar o castigar, no hay ahorro de ningún tipo.
Mejor sería que Mariano Rajoy aclarara cuánto va a reducir el impuesto de sociedades a autónomos, profesionales y micropymes, los únicos que pueden sacarnos de la crisis. Si se queda en cinco puntos, las pymes seguirán pagando, proporcionalmente, más impuestos sobre el beneficio que las grandes corporaciones.
Miriam Prat
miriam@hispanidad.com