Sr. Director:
La Iglesia lleva más de veinte siglos anunciando el Evangelio y acompañando a las personas en los momentos más importantes de su vida, lo estamos viendo día a día con los que sufren las consecuencias de la crisis.

 

Hace unos días una amiga que ha comenzado a colaborar como voluntaria en Caritas me llama sorprendida de ver lo que se reparte en comida, dinero, consejos, orientar a las personas, escucharlas, que también es muy importante que te oigan hoy en día. Sin olvidarnos del emigrante que sufre una ley injusta y sin embargo la Iglesia diocesana celebró el pasado día 17 la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, recordando las palabras de Jesús: Fui forastero y me acogisteis (Mt 25,35).

Y, no digamos la respuesta rápida tras el terremoto de Haití, por parte de Manos Unidas, Caritas y todas las instituciones de la Iglesia Católica. Qué no ahora, por el terremoto, sino que llevan más de 20 años en países del Tercer Mundo colaborando por un mundo más justo para los más olvidados de los Gobiernos.

¿Ignoran muchos que la Iglesia también atiende entre otros: a colegios concertados, centros de educación universitaria, hospitales, ambulatorios, dispensarios, asilos, centros de minusválidos, de transeúntes y de enfermos terminales de SIDA. Centros de reeducación social para personas marginadas; como exprostitutas, expresidiarios y extoxicómanos, los sin techo?

Lo que ocurre que hay muchos que no ven más allá de lo que sus ojos quieren captar.

Elena Baeza