Acabamos de llegar a casa (entre chistes y bromas) empapados, -hasta los zapatos de mi pequeña tienen espuma-; eso sí, los dos pequeños gritando aún: "sí a la vida, no al aborto" o la versión de la pequeña "sí a la vida, no a la muerte" ya que ella no entiende el significado de aborto.
No sé qué dirán mañana los medios de comunicación, si éramos tantos pocos, si lo que había eran curas o monjas -como si la defensa de la vida fuera sólo de ellos- o los de ultraderechas. En fin, todo lo que se dice siempre que hay una manifestación para defender la vida. Pero la realidad es bien distinta; aunque llovía mucho, allí estábamos todos, gente joven, gente mayor y familias, sí muchas familias con nuestros hijos. No nos veíamos las caras con los paraguas, pero los chiquitines eran fácilmente identificados por sus impermeables, botas de agua y paraguas de lo más variopintos,
desde Spiderman, pasando por Mickey hasta la Hello-Kity; también por algún que otro llanto o risa.
El ambiente era festivo, con palabras de mi hija adolescente: "con los pelos de punta", es decir, emocionante. Con nuestra voz, con nuestra presencia, estamos defendiendo a esos niños que no le están dando la oportunidad de poder nacer, de poderse poner sus botas de agua y su impermeable de Spiderman o de las princesas, y de jugar, y de llorar o reír como los de la concentración, y de llegar a ser jóvenes y disfrutar de la vida, de tener amigos y de crear su propia familia.
Ha merecido la pena, aunque empapados, hemos llegado satisfechos y felices de poder haber dicho: Sí a la vida.
Obdulia Gil Santiago