En la era de la confusión hay una expresión que ya huele a ranci embarazo no deseado. Esta se usa para traer al primer plano la libertad de la mujer, específicamente la libertad para matar al hijo de sus entrañas, abortando. Sólo el embarazo que se produce tras una violación es, en rigor, un embarazo no deseado. Porque todos saben que ningún método anticonceptivo es 100% anticonceptivo, cuando se desea una relación sexual se desea el embarazo, al menos en algún porcentaje, salvo que, de partida, ya se esté deseando el aborto junto con el deseo de la relación en el porcentaje que correspondería al embarazo.
Por tanto, el embarazo que surge tras una relación sexual libre no es un embarazo absolutamente no deseado si no es que ya hay en el origen una intención homicida. Es decir, que la libertad de la mujer está ejercida en el momento de consentir la relación sexual por lo que el embarazo ya no es objeto de elección, de libertad, sino de responsabilidad consecuente con el ejercicio de libertad que hizo al consentir la relación. Así pues, sólo una moral colectiva e individual que ampara una cultura que tiene a la muerte de inocentes como categoría previa de la libertad puede dar soporte a la matanza creciente que se vive en nuestro país, incluso con proyección internacional de las clínicas que se dedican a tan boyante negocio de la muerte humana.
Serafín García Herreros
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