No será un periódico digital como Hispanidad quien deje de aplaudir cualquier forma de promoción de Internet. Además, ya lo hemos repetido muchas veces: la Red es un paraíso de libertad y, como siempre ocurre con lo que es libre, en ella radica todo lo mejor y todo lo peor: ¡Viva la libertad!
Ahora bien, el Nuevo Orden Mundial (NOM) no hace otra cosa que modificar la arquitectura de derechos humanos. La cosa empezó hace unos 25 años y consistía en hablar de 'derechos secundarios', denominación bajo la que se esconde el sutil y majadero propósito de cargarse los 'derechos humanos 'primarios'; en plata, la Declaración de los Derechos del Hombre de 1948. Como pueden ver, treinta artículos sucinta y claramente explicados. Lo de la postguerra lo entendemos hasta los que sentimos cierta prevención ante el lenguaje jurídico (o sea, que no entendemos nada).
Entre los derechos sin apellido, figuran los más altos logros de la humanidad, pues tras la tragedia de la II Guerra Mundial la gente andaba preocupada. No hay nada como el dolor para hacer reflexionar a los mortales. Entre ellos figuraba el derecho a la vida, a la libertad de expresión.
Ahora bien, el progresismo no podía permitir una declaración que en el fondo no era otra cosa que los 10 mandamientos trasladados al mundo social y político. Y así, al derecho a la vida se adjuntó el derecho a la salud reproductiva, que es lo contrario al derecho a la vida. Es decir, el derecho a matar al niño no nacido.
A partir de ahí, los derechos secundarios se amplían 'ad libitum', es decir, 'ad nauseam', mediante una sutil transformación de conceptos. Y así surge, por ejemplo, el derecho a tener hijos, que no es derecho, en tal caso, deber. No existe el derecho a tener hijos pero había que imponerlo para poder introducir la fecundación in vitro (FIV) y la manipulación de embriones humanos sin que oliera a nazismo.
Ahora se proclama el derecho universal a tener acceso a Internet. Hombre no: lo que existe es el derecho a la libertad de expresión, a emitir y recibir información sin limitaciones. Pero Internet no es un derecho, es un soporte técnico. Ojalá llegue Internet a todo el mundo pero no se puede imponer como un derecho, entre otras cosas porque ¿quién lo paga?
A lo mejor debemos volver al origen, que es lo que da coherencia a los procesos: con la libertad de expresión creo que nos bastaba. De otra forma, reclamaré mi derecho a ser millonario. Derecho universal, por supuesto.
Eulogio López
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