A él hay que sumarle la marcha de Bibiana Aído, el intento de colocación de Moratinos y los nuevos puestos en comisiones de Alberto Lafuente o Carlos Ocaña.
¡Sálvese quien pueda! Ese es el grito que se está lanzando desde las filas socialistas en las últimas semanas. Antes del desastre previsto para las próximas elecciones -aunque todo pueda cambiar y el 2004 fue un claro ejemplo-, todo el que puede se trata de colocar en algún cargo.
Los últimos días hemos oído el runrún de posibles nombramientos, algunos de ellos, puñaladas para el próximo partido que gobierne, si llega a hacerlo, porque los nombramientos en comisiones van envenenados, ya que no se puede echar a quien ocupe el cargo en cinco años, por lo que es la ocasión para meter a la gente que uno quiere. Primero fue Miguel Ángel Moratinos el que intentó colocarse en la FAO, pero la cosa salió mal y al final no fue elegido; luego ha sido Bibiana Aído la que gracias a su excelente currículum ha podido situarse como nueva asesora de la Agencia para la mujer de la ONU -se podría llamar Agencia contra la mujer-, eso sí, por un módico precio; Alberto Lafuente, que ha pasado por la mitad de las empresas públicas, ha sido nombrado presidente de la Comisión de la Energía; y el último, Bernardino León, gran amigo de Zapatero y Secretario General de la Presidencia, que deja el cargo -curiosamente no se va a ocupar su puesto- y será nombrado como enviado europeo de la UE para la región del Mediterráneo Sur.
Seguramente este baile de nombres y puestos continuará durante las próximas semanas y no sólo se da entre políticos. También los empresarios empiezan a moverse en el pelotón. No hay más que ver lo contentos que estaban Entrecanales o Cebrián en la toma de posesión de María Dolores de Cospedal como presidenta de Castilla-La Mancha.
Juan María Piñero
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