La verdad, e incluso el sentido común, se acaba imponiendo. El problema es su lentitud. Porque los brotes verdes del precitado sentido común empiezan a surgir ahora, cuando ya hemos pagado a escote las pérdidas de los bancos norteamericanos, ingleses, suizos, holandeses, alemanes y siga usted contando.La verdad y el sentido común aconsejan que si los mercados financieros han sido los culpables de la crisis de la economía real, no parece muy lógico que la economía real, o sea, el común de los mortales, paguemos las pérdidas de los intermediarios financieros. Es decir, que si un banco, o una deuda soberana de un país, no pueden pagar, lo que hay que hacer no es rescatarles, sino dejarles quebrar.

Dos puntos de sensatez. El primero, a cargo de Mario Draghi, gobernador del Banco de Italia y probable sustituto de Jean-Claude Trichet al frente del Banco Central Europeo (BCE). Asegura Draghi que hay que evitar que sean los contribuyentes quienes paguen el pato y, ya metidos en harina, pide que, cuando un banco entra en crisis, se distinga entre los acreedores que "hay que atacar y los que hay que proteger". Esculpan esa frase en mármol, por favor.

En efecto, la crisis terminará cuando adoptemos el esquema Lehman: la quiebra de los quebrados. Y, eso sí, como los banqueros tienen el defecto de trabajar con el dinero de los demás, el problema es saber a qué acreedores se debe proteger. Algunos lo tenemos claro: se debe proteger a los depositantes, cuenta correntistas y libretitas... y nadie más. Y se deba proteger, ojo, hasta un límite. Los 100.000 euros que protege el Estado español no parece mala cifra. Con ese límite de resarcimiento no llevamos a la ruina a nadie. Y, naturalmente, no deben devolverse los intereses percibidos.

El segundo. Otra muestra de sentido común, la aportada por Klaus Regling, responsable del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (EFSF) -el de los rescates de deuda soberana de Grecia, Irlanda y Portugal- cuando asegura que los bancos de inversión -sí, los mismos que provocaron la crisis- se están forrando a costa de forzar a los países en dificultades a aumentar su rentabilidad. Regling debería recibir el Nobel de Economía por decir algo tan sabido, pero pudorosamente evitado por los poderosos como que, aunque no se hiciera un quita de las deuda griega (es decir, si, por mor del fracaso de sistema de rescates, Grecia no pudiera pagar sus títulos públicos), "esto les compensaría con creces por las enormes comisiones que podrían obtener" por dicha reestructuración. En otras palabras, lo que está diciendo Regling es que los especuladores no sólo se forran con los elevadísimos intereses que obligan a pagar al Tesoro griego, sino también con las comisiones que cobran por intermediar en esa deuda. Y así, aunque se produjera un quita, seguirán ganando dinero... tras llevar a un país a la bancarrota.

Y lo dice, fíjense bien, el responsable del fondo público de rescates.

¿Es que nos hemos vuelto todos idiotas? No, lo que ocurre es que los gobiernos europeos están trabajando para los especuladores, que constituyen ahora mismo, el poder.

En definitiva, la única forma de salir de la crisis es que quiebren los quebrados: bancos y tesoros públicos.

Podían haberlo pensado antes.

Eulogio López
eulogio@hispanidad.com