El primer y único mandamiento del capital riesgo consiste en que la suma de las partes es mayor que el todo, o al menos más rentable para su bolsillo. En otras palabras, el capital-riesgo tiene por principal objetivo destrozar empresas: convierte propiedades inmobiliarias en alquiler, vende cada división al mejor postor y, sobre todo y ante todo, reduce gastos de una forma originalísima: despidiendo trabajadores. Es lo que ahora mismo le puede ocurrir a dos empresas españolas, Iberia y Altadis, pero la metodología del capital-riesgo no sólo es exclusiva de las empresas que reciben este nombre, sino de muchas otras, entre ellas multinacionales muy respetables, como, se me ocurre, Royal Bank of Scotland, Santander y Fortis, la triple alianza que pretenden devorar al holandés ABN.

Las tres firmas pretenden lo mismo que ENEL Acciona y E.ON van a hacer con Endesa: desguazarla. El Santander quiere quedarse con Italia y Brasil, el Royal con el mercado anglosajón, Fortis con Europa central... aproximadamente.

Alguien podría decirme que repartir una empresa grande en trozos es hacerla más pequeña, y que nada mejor que la pyme. De hecho, todos los problemas económicos, y casi todas las injusticias, llegaron con el crecimiento desmesurado de las compañías. Una empresa es una cosa muy seria, pero una multinacional es un engendro muy peligroso. Ahora bien, al igual que ocurría en el acuerdo Gas Natural-Iberdrola sobre Endesa, y que ahora seguirá ocurriendo con ABN si la batalla es ganada por a la triple alianza: no es que ABN mengüe, es que Fortis, Santander y Royal crecerán con el botín de los despojos ajenos.

Eso no es crear valor, sino repartirlo. Eso sí, repartirlo entre los ricos. Para eso, mejor lo del Barclays.

Decía San Bernardo de Claraval que "la avaricia es un constante vivir pobremente por miedo a la pobreza". A lo mejor es por eso que los grandes empresarios nunca se resisten a permanecer en el sano crecimiento orgánico y que, cada vez de forma acelerada, a medida que se acerca la jubilación, sienten la llamada de la selva.

Eulogio López