Sr. Ministro de Justicia:

En el número 18  de la calle Montera de Madrid, se encuentra el Registro Civil Central.

Es posible que tenga conocimiento de su existencia, e incluso de su localización, es posible incluso que conozca esa calle madrileña, y hasta que haya pasado alguna vez por la puerta. Lo que es evidente es que Vd. no se ha visto en la necesidad de hacer ningún trámite, ni ha tenido que solicitar información sobre un expediente.

Si una persona que vive fuera de Madrid quiere informarse del estado de un expediente y llama al teléfono que figura en la web del Ministerio, se encontrará con la desagradable sorpresa de que por mucho que lo intente y por mucho que insista, nadie le responderá. Ante esa situación puede optar por llamar al teléfono de información general del Ministerio (que también figura en la web), pero tampoco servirá de nada, pues las líneas están siempre ocupadas y un contestador te piden que llames más tarde.

Ante esta situación, el ciudadano después de plantearse proponer un premio a la eficacia para el Ministerio, por la utilísima información de su web y para su fantástico directorio, opta por contactar con un pariente, un conocido o por contratar un abogado de Madrid para que realice la gestión en persona.

Sea un abogado, un pariente o un buen samaritano, la persona elegida tendrá que tomarse la molestia de pegarse un buen madrugón, pues a las 7.30 de la mañana ya hay gente haciendo cola delante del edificio.

El Registro, es un edificio indigno, sucio, pequeño, e insuficiente para prestar un servicio a los ciudadanos. Esto hace que el acceso esté restringido y que los ciudadanos, como si de una republica bananera se tratase se extiendan por una interminable cola que rodea el edificio. Los que allí esperan, son conducidos como si de ganado se tratase, por dos guardias de seguridad que, a base de gritos, van haciendo lo que pueden para mantener el orden.

A las 9.00 en punto (después de una hora y media de espera) se abre la puerta del Registro. El guardia de seguridad nos amontona junto a la puerta pero sin entrar en el edificio ¡por favor aprovechen el espacio! nos gritan. Al cabo de un rato nos hacen pasar dentro del edificio para seguir la cola, pero ahora en los estrechos pasillos. Las personas mayores, cansadas de esperar, se sientan en el suelo por donde transitan los funcionarios y donde permanecemos haciendo una fila desesperada, gentes de todas las nacionalidades. En una pared se lee SOS. Por un Registro del siglo XXI. Se oyen todo tipo de comentarios e improperios sobre la afluencia de extranjeros, y la clase política. Una mujer mayor detrás de mi maldice sobre la Alianza de Civilizaciones y el efecto llamada.

Son las 10.45, ha llegado mi turno. El expediente de adopción sigue sin resolverse después de un año y medio. Mi gestión ha durado exactamente 45 segundos, contados desde mi esperanzado buenos días hasta mi resignado muchas gracias.

Me voy. He invertido 2 horas y 45 minutos más desplazamientos, para hacer una gestión que ha durado 45 segundos y que se podría haber solucionado con una llamada telefónica.

Fernando Ortiz Santodomingo

fortiz00@yahoo.com