Nancy Pelosi -se ruega no hacer rimas fáciles ni con su nombre ni con su apellido- otra fervorosa católica abortera, apoya la iniciativa para que no se hunda su San Francisco Cronicle y como la gripe A y el aborregamiento son los virus que con más celeridad se extienden por el mundo, la revista -otras veces aplaudible, todo hay que decirlo- de la Asociación de Periodistas se apunta a la moda.
Una fundación es un ente público, donde el Gobierno no puede cobrar lo que le cobra a una sociedad anónima pero, por lo demás, puede entrar con más entusiasmo que en una empresa privada. Bien está que no todos los elementos económicos -por ejemplo las cajas de ahorros- se conviertan en SA, pero si hay algo que debe preservarse, como de la peste, de los políticos, de lo público, esa es la información y por la comunicación. Una información pública, aunque el Gobierno sea ultra-respetuoso -hipótesis verdaderamente asombrosa- con los intermediarios de la información, es decir, con los periodistas.
La información es, por naturaleza, privada, y convertirla en pública, aunque sea bajo la noble fórmula jurídica de la fundación. La Libertad es del individuo, personal y privada, nunca pública. Alguien, incluidas las asociaciones de la Prensa de Madrid, debería darse cuenta.
Se puede estatizar la banca, si se quiere pero no la prensa.
Eulogio López
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