Desde que EEUU cuenta con un presidente progre las novedades cunden en el mundo. Por ejemplo, como los periódicos se van a freír espárragos y pierde influencia, no ante el periodismo volcado en la WWW sino ante el periodismo independiente de la Red (y a la TV le pasará lo mismo en un futuro cercano, aviso) el amigo de todos los seres humanos, Barack Obama, por medio de otro católico pro choice, inefable senador por Massachusetts, John Kerry, propone que la prensa se convierta en fundación, entidades sin ánimo de lucro y a ser posible libre de impuestos, con capacidad para recibir donaciones.

Nancy Pelosi -se ruega no hacer rimas fáciles ni con su nombre ni con su apellido- otra fervorosa católica abortera, apoya la iniciativa para que no se hunda su San Francisco Cronicle y como la gripe A y el aborregamiento son los virus que con más celeridad se extienden por el mundo, la revista -otras veces aplaudible, todo hay que decirlo- de la Asociación de Periodistas se apunta a la moda.

Una fundación es un ente público, donde el Gobierno no puede cobrar lo que le cobra a una sociedad anónima pero, por lo demás, puede entrar con más entusiasmo que en una empresa privada. Bien está que no todos los elementos económicos -por ejemplo las cajas de ahorros- se conviertan en SA, pero si hay algo que debe preservarse, como de la peste, de los políticos, de lo público, esa es la información y por la comunicación. Una información pública, aunque el Gobierno sea ultra-respetuoso -hipótesis verdaderamente asombrosa- con los intermediarios de la información, es decir, con los periodistas.

La información es, por naturaleza, privada, y convertirla en pública, aunque sea bajo la noble fórmula jurídica de la fundación. La Libertad es del individuo, personal y privada, nunca pública. Alguien, incluidas las asociaciones de la Prensa de Madrid, debería darse cuenta. 

Se puede estatizar la banca, si se quiere pero no la prensa.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com