Bueno, la culpa no será solamente suya, imagino. El caso es que el cardenal Darío Castrillón, participante en un congreso sobre Juan Pablo II, casi apoyó la no colaboración con la autoridad civil en caso de pedofilia de algunos -pocos, pero...- clérigos. El Vaticano, por boca del portavoz, padre Lombardi, le ha matizado, si lo quieren, desautorizado, porque atenta contra la directrices de Benedicto XVI, quien ha ordenado que se colabore con los tribunales civiles y se ponga a los pederastas ante la autoridad civil.
Es cierto que el cardenal Castrillón se refería a una carta que envió a un obispo francés que se negó a delatar a un abad pederasta. Ahora bien, el obispo alegó que se lo había reconocido en confesión, y es verdad que el sigilo sacramental no se puede violar, aunque el garante se juegue la vida. Lo que no me ha gustado es la invocación de Juan Pablo II, que según Castrillón habría apoyado esa carta, porque eso es poner a un Papa contra otro, precisamente a Karol Wojtyla, que en 27 años de pontificado las palabras más duras que empleó contra sacerdotes y obispos fueron, precisamente, alrededor de este horrible asunto.
Miren ustedes, el Papa, vicario de Cristo en la tierra, siempre tiene razón. Los obispos, son magisterio siempre que coincidan con el obispo de Roma. La Iglesia no es conciliarista ni asamblearia: es papista. A mí también me sorprendió que Benedicto XVI decretara la siempre peligrosa colaboración con el mundo, porque el mundo es el enemigo del Cuerpo Místico, pero si yo pienso A y el Papa piensa B, el equivocado soy yo. E igual que yo, cualquier obispo, presbítero, laico o cardenal que se consideren católicos.
En cualquier caso, el Papa siempre tiene razón y los obispos deben ser los primeros en otorgársela para ejemplo de la grey. Frente al magisterio petrino, la actitud del cristiano debe ser la de la mística Faustina Kowalska: aquello que no entienda ahora, lo entenderé después.
Eulogio López
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