El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, cometió aquella tamaña irresponsabilidad al afirmar que aceptaría las reformas estatutarias que emanaran de los Parlamentos regionales. Pero ahora llega la hora de la rectificación y el Gobierno afirma que las reformas deberán hacerse con el espíritu de consenso que caracterizó el periodo constitucional. Quizás el cambio se debió a la claridad del discurso de S.M el Rey Juan Carlos en relación a la vigencia de la Carta Magna. O quizás al rechazo generalizado que provoca la deriva nacionalista de vascos y catalanes en el resto de España.

El caso es que el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, emprenderá en breve una ronda de contactos para pactar el contenido de las reformas. Sevilla señalará el marco de lo aceptable y de lo inaceptable. Y eso se producirá cuando tanto el PSC como el PSE ya se habían hecho las oportunas ilusiones y los nacionalistas preparaban el tambor y los fuegos de artificio. Zapatero resume la filosofía: "Los españoles somos distintos en identidad, pero iguales en derechos". En consecuencia, habrá reforma para incluir los nombres de cada comunidad autónoma, se diferenciará entre CCAA, nacionalidad y comunidad nacional, pero se retocará poco el marco competencial. Los nacionalistas aseguran que para ese viaje no hacían falta tantas alforjas y desde El País se exige al Gobierno claridad y transparencia en el modelo a seguir: "Ya es tiempo de que empiece a definir el horizonte de lo que pretende". Sin que sirva de precedente, compartimos el criterio del diario polanquista.