Como un calidoscopio habrá que contemplar la boda de Felipe De Borbón y doña Letizia Ortiz, futuros Reyes de España. Pero todas las imágenes pueden resumirse en dos ideas: la España oficial intenta imponer a la pareja casada, mientras la España real ha puesto a la institución monárquica, por vez primera en casi 30 años (desde la muerte de Franco), bajo sospecha o simplemente la ha apartado de sus vidas. Y eso, no lo olvidemos, es el comienzo del fin para una institución que necesita el refrendo diario del pueblo. Aquí no ha comenzado la sucesión, lo que quizás ha comenzado es el fin de la Monarquía, de la mano de Lady Le. Si no, al tiempo.

 

Lo malo del directo (que no del falso directo) es que se entiende todo. El falso directo, así como las señales únicas de la televisión pública, son un engaño para todo el planeta. Quiero decir que las únicas imágenes de la ceremonia que se ofrecían eran las de Radio Televisión Española. Y ahí radica el truco. Al final, ocurre como en la Guerra de Iraq: que el aparente guirigay informativo, presunto pluralismo de una parafernalia de medios informativos de todo tipo, resulta que mama de la misma fuente: del portavoz militar del Pentágono. Pues bien, aquí todos los canales mamaron de la señal de RTVE. Recuerden que la Casa Real impone a las televisiones dónde deben ponerse las cámaras e incluso coloca a alguno de sus hombres detrás de todas las cámaras móviles para evitar la improvisación o libertad de los profesionales, es decir, para eludir la verdad. Recuerden, la sociedad mediática es bastante hipócrita.

 

Por ejemplo, la Casa Real impide (e impidió el pasado día 22, pero no es la primera vez, sino una norma habitual) que los españoles sepan si los Reyes y los contrayentes comulgan o no. Así, ese pobre hombre llamado Francisco Umbral, más conocido por Pacóñez (quizás por el coñazo que da con tal de llamar la atención), pudo permitirse el lujo de burlarse de la Eucaristía, para recordar que los intelectuales no comulgan. Y tiene mucha razón, porque, como ejemplos de intelectuales, Pacóñez señala, además de a sí mismo, a García de la Concha, a Bousoño, a Muñoz Molina, Gala, Cándido o Pérez Reverte. En efecto, con excepción del primero y el penúltimo, lo verdaderamente extraño sería que alguno de los mencionados se acercara a recibir la comunión. Extraño y hasta sospechoso.

 

Los intelectuales sí comulgan, pero no los intelectuales que le agradan a Pacóñez, que son los que se autonombran intelectuales. Comulga Julián Marías, comulgaba el recientemente fallecido, Lázaro Carreter, comulga Juan Manuel de Prada, comulga Luis Suárez, comulga Luis María Ansón, comulga todo un cúmulo de intelectuales a los que el progresismo imperante, por ejemplo Pacóñez, se encargan de silenciar allá donde mandan, especialmente en los medios.

 

No hay que extrañarse: a Pacóñez le deslumbró la invitación de boda que le cursaron los Reyes. Mucho dárselas de Re-Re (republicano y revolucionario) para acabar doblando el lomo en cuanto le invitan al muy católico acto. Resultado: un artículo mermelada, ditirambo para el monarca, el futuro monarca y su señora doña Letizia, un artículo que hubiese provocado arcadas a su adorado Quevedo.

 

Pero mucho mejor es, no lo duden, la trayectoria de su jefe, don Pedro J. Ramírez. Lo primero que hizo Pedro J., a partir de ahora el reverendo padre Pedro J., por lo que luego diremos, fue censurar un artículo de Jesús Cacho en El Mundo, quizás porque hablaba del considerable aprecio de los actuales monarcas por el dinero. Y claro, una cosa es vivir de los escándalos y otra criticar a la Jefatura del Estado. Libertad, sí, dice el padre Pedro, pero dentro de un orden.

 

Pues bien, se planta el reverendo padre Pedro José en la Cadena COPE (dónde mejor) con el inefable Federico Jiménez Losantos (lunes 24) y nos hablan de lo ignominioso que resultó el hecho de que la televisión pública nos privara de la Comunión de los contrayentes y de los invitados más relevantes. Ahí fue donde el reverendo padre se lanzó en tromba, y nos soltó toda una teología de la Eucaristía que habría hecho temblar al mismísimo doctor Angélico. Resulta que, dijo el reverendo padre, la Comunión no es un hecho privado, sino público, y no se lanzó por la senda del "ágape fraterno", pero le faltó un pelín.

 

Pero hombre, Pedro José, verá usted, TVE no dio la Comunión de los contrayentes (los Reyes de España no comulgaron) como no lo han hecho en otras ocasiones: porque lo censura la Casa Real. O no sabe usted que junto al realizador, e incluso junto a los cámaras, insisto, se sitúan censores de la Zarazuela para advertir qué planos deben tomarse y cuáles no. O sea, reverendo, lo mismo que usted hizo con Jesús Cacho la noche del sábado 22.

 

El amigo de Pedro J., don Federico Jiménez Losantos, que a cambio de un artículo en El Mundo abre las puertas de la cadena de emisora de la Iglesia al reverendo padre Pedro José, para que nos dé una teología dogmática y otra de teología moral a cuenta de la regia Boda, se une a la tenida. Don Federico, tras una temporada de calma, ha vuelto donde solía, para exigir el cese inmediato del realizador responsable de la retransmisión de la boda Javier Montemayor (esposa de la locutora Olga Viza) por la redicha omisión y, por el mismo precio, de la directora general de RTVE, Carmen Caffarel. Y es que don Federico, con esa comprensión que le caracteriza, considera que el pérfido Montemayor cometió errores tan garrafales como que el de que al Príncipe no se le escuchara (muy cierto, el sonido era fatal) el "trascendente" discurso (la verdad es que fue un brindis).

 

Y todos los tertulianos de COPE, incluido el padre José, estuvieron de acuerdo en que esa era la parte fundamental del enlace real, donde SAR Felipe de Borbón y Grecia pronunció frases tan impactantes como el sacrifico que estaban dispuestos a hacer por España (sólo faltaba), que se había casado con la mujer que amaba (sólo faltaba) y que estaba muy ilusionado (no se le notaba, pero sólo faltaba). Y es que don Federico se desliza de nuevo, piano piano, por el mullido camino que lleva al fascismo, el de los que no creen en Dios pero sí en la unidad de España. Y así, claro, lo trascendente es que el casado eleva su copa para afirmar que va a cumplir con los deberes propios del cargo y que quiere mucho a su señora.

 

No hombre, no, lo trascendental fue la homilía del cardenal Rouco Varela. Especialmente la primera parte, en la que habló del matrimonio cristiano (porque se trataba de eso, ¿verdad?), y en la que dijo cosas como esta:

 

"Venís ante el Altar del Señor a contraer santo matrimonio. Así ha llamado la Iglesia desde el principio a aquella "íntima comunidad de vida y amor conyugal", basada sobre la alianza del varón y de la mujer que dejan a su padre y a su madre, a sus familiares, amigos, en una palabra, a su marco anterior de vida y relación habitual para "formar una sola carne" (Cfr. GS, 48; Mt 19,5).

 

En el fondo de vuestra decisión libre y personalmente adoptada está y late un compromiso, un compromiso de amor: os amáis y os queréis amar para siempre y por ello deseáis entregaros el uno al otro plena e incondicionalmente hasta que la muerte os separe. Donación es la palabra y experiencia clave para comprender el misterio del amor que actúa de forma propia y única en el matrimonio: también en el vuestro, queridos novios, don Felipe de Borbón y doña Letizia. Queréis haceros donación de todo lo que sois y tenéis el uno al otro: de vuestras personas, de vuestro cuerpo y de vuestra alma, de vuestro corazón, con una gratuidad y generosidad tales que de vuestra mutua donación surja el don de nuevas vidas, el don de los hijos. Así es el amor conyugal auténtico cuando se le deja desplegarse y manifestarse en sus más ricas posibilidades y tendencias propias: un amor dispuesto a darse hasta la expropiación, a favor del hijo, de los hijos, fruto de sus entrañas".

 

Pero todo esto, claro, no es trascendente, especialmente para el programa estrella de la COPE, incluido por la muy moderna, seguramente postconciliar, teología del reverendo padre Pedro José.

 

Lo cierto es que en la homilía de Rouco, no el brindis de don Felipe, está todo lo trascendente, desde cualquier punto de vista, incluido el político y el económico. En efecto, si la familia funciona, si el amor de hombre y mujer se basa en el compromiso, en la donación mutua, entonces funciona bien la sociedad entera, la política y la economía (la economía es un enfermo eternamente agónico al que sólo salvan una sociedad con hijos y familias estables, verdadero socorro del Estado). Si la familia funciona, funciona hasta el fútbol y los toros. Lo del servicio a España es una cuestión ciertamente interesante, pero menor y, en cualquier caso, inherente al salario de Rey de España.

 

¿Cómo ha tratado la boda todo el sistema informativo español? Pues, como don Federico y el padre Pedro José. Veamos. La primera imagen que viene a las mentes es el proceso de ocultamiento feroz que el sistema informativo español (el formado por los grandes editores) ha realizado de la boda. De vez en cuando, conviene preguntarse: ¿Qué hacían Felipe de Borbón y Grecia y Letizia Ortiz Rocasolano, a las 11 de la mañana del pasado sábado 22 en la Catedral de La Almudena? Pues casarse por el rito católico. Y, por cierto, nadie les obligaba a ello. Tampoco las leyes: don Felipe y doña Letizia pueden ser Reyes de España casándose por lo civil.

 

Por eso, llama tanto la atención la actitud que el Sistema, concretado en los dos tipos de periodismo realizado, ha hecho de la ceremonia en general y de la homilía de Monseñor Rouco Varela en particular: el progresismo de izquierdas (El País y cía.) ha silenciado a Rouco. Para manipular el sentido de su homilía se ha reducido a resaltar las alusiones de Rouco (las menos relevantes y las que incluso podían haber sido omitidas sin demerito alguno para su sermón) a la necesidad del sacrificio que los futuros Reyes deben ofrecer a los españoles. Naturalmente, la almendra de la homilía, precioso texto, oro molido sobre el significado del amor, es decir, una de las preguntas que más se plantean centenares de jóvenes y miles de hombres y mujeres, no interesa a los gerifaltes del Sistema.

 

Pero se han esparcido otras mentiras el 22-M, aunque todas ellas tengan por objeto evitar lo que muchos poderosos odian: el matrimonio indisoluble. En definitiva, la gran mentira del sistema mediático, incluido la de la COPE, convenientemente manipulada por el tándem Federico-Pedro J. es la de vendernos a un rey moderno que se casa por amor, no por convención. Pero, Fede, muchacho, padre Pedro José: no es necesario que se casen por convención, pero sí por convicción.

 

No es un rey moderno porque se casa con la mujer que ama. Es un rey, moderno o antiguo, porque asegura la continuidad dinástica. Ahora bien, si el matrimonio canónico no tiene importancia, si se trata de un mero respeto a la tradición de una dinastía oficialmente católica, entonces todo el edifico se nos derrumba. Verás, Fede y Pedro: si lo que importa es el amor, y el amor es pasión, sin legalismo ni papeles que coarten la libre voluntad de los seres, y si, a fuerza de ello, seguimos defendiendo el sistema monárquico, entonces en España debe reinar el primer hijo-a bastardo-a del Rey. Ese y no otro es el planteamiento "moderno" al que se ha abonado el sistema mediático: lo único que importa son los genes, pues los genes se transmiten dentro y fuera del matrimonio.

    

Otrosí. Toda la ceremonia ha estado desprovista de naturalidad. Mejor no recordar los comentarios de los contrayentes durante la ceremonia mientras hacían manitas. Daban ganas de recordar aquello de Tagore: "Amarse no es mirarse el uno al otro: es mirar los dos juntos en una misma dirección". Pero centrémonos en la lectura realizada por la "abuela de España", Menchu Álvarez del Valle. "Dosis interpretativas", dijo alguien, mientras la presentadora de televisión más famosa de España, María Teresa Campos, evitaba a duras penas derramar lágrimas en Tele 5. Y justo en ese momento, cuando las cámaras de Berlusconi no sabían si introducir anuncios, con la Campos buscando las gafas para ahogar sus profundos sentimientos, interrumpe Jaime Peñafiel (ya conocido como Peñainfiel) y describe a la abuela de España:

 

- Ha dramatizado un poco, ¿no?

 

Bueno, es que la abuela de España es una locutora "de las de antes". En otras palabras, eso supone que, probablemente, todo el mundo, incluido ella, estaba pendiente de sus palabras, pero no de las palabras de San Pablo. Es lo que ocurre con las interpretaciones: el mejor actor es el que pone su forma, su voz, su énfasis y sus gestos, a disposición  del contenido, hasta hacerse inadvertido.

 

Y este es el problema de la boda, que nadie quiso pasar inadvertido.

 

Eulogio López