A la hora de cerrar esta edición, tras una operación de 10 horas, el estado de salud de Ariel Sharon, primer ministro israelí, continúa siendo grave. A efectos políticos, la noticia ya está descontada, dado que Sharon, independientemente de cómo evolucione su dolencia (sufrió un derrame cerebral) puede darse por jubilado de la política. Como testamento público, queda su mano tendida hacia el laborista Simón Peres. Enfrente tenían al ex correligionario Benjamín Netanyahu, más radical aún que Sharon y con menos experiencia de Gobierno.
El derrame cerebral de Sharon llega, además, en un momento crucial, no sólo para las relaciones entre palestinos e israelíes, sino para el delicado equilibrio de fuerzas en Oriente Medio, ahora mismo, lo que más preocupa en las chancillerías y los centros de estudios económicos no es el conflicto palestino, sino la actitud de Mahmoud Ahmadinejad, el presidente iraní, empeñado en desarrollar una fuerza nuclear y en destruir a Israel.
Por si fuera poco. Continúan los atentados en Irak.