En estos días en los que los medios nos informan de que los políticos se han convertido en una de las mayores preocupaciones de la sociedad española y convivimos con eres, corruptelas, cohechos y estafas por parte de unas personas que, en su día se postularon como servidores de sus votantes y a la postre, han degenerado en repartidores de un botín que no es suyo, en vez de convertirse en justos administradores de un patrimonio que les llega por el esfuerzo de muchos de nosotros.
En estos días, en los que ha quedado muy lejos que al hombre grande lo hace el esfuerzo y no el privilegio y que los verdaderos hombres quieren ser útiles y no importantes hasta llegar al punto en que las personas estamos perdiendo la esperanza en nosotros mismos y en las posibilidades que tenemos de influir en nuestro entorno, leo una pequeña esquela en el periódico que me coloca de nuevo en el camino justo.
Debajo del nombre de esta persona se especifica el mejor título que he podido leer hasta ahora: "el mejor podador de palmeras que ha habido en Sevilla". Sólo leerlo caí en la cuenta de que eso se trata, de hacer lo que debes en cada momento de tu vida y además, con todo el amor que puedas poner en ello. Esta tarea bien hecha, con las mejores personas, con una gran paciencia y donde la excelencia es una consecuencia y no una finalidad es la obra impecable que supera el tiempo. Mientras sigan existiendo personas como estas no debemos perder la esperanza.
El resto serán como "gotas sucias" en un océano. Felicito a la familia de esta persona fallecida por el ejemplo de vida del que han disfrutado y les digo que su esposo, padre y abuelo, me ha descubierto de nuevo que "las palmeras" son lo más importante.
Victoria Blasco López