El Imperio de la muerte siempre va acompañado de la mentira. No me pregunten por qué, pero no falla. Desde los 300.000 abortos clandestinos que supuestamente había en España (ni la mitad de la mitad de la mitad) con los que Felipe González introdujo a España en la cultura de la muerte, con la ley que despenalizó el aborto en 1985, hasta el Hospital Severo Ochoa de la localidad madrileña de Leganés, convertido en la soflama del Imperio (Imperio de la muerte se entiende, que es mucho más cruel que el de George Lucas) para introducir la eutanasia y, lo que quizás sea más grave, para poner nuestra vida en manos de los médicos, es decir, del Estado. Al final, todas las luchas sociales de hoy consisten en el individuo, o mejor, la familia, defendiéndose de la intromisión del Estado o de las macroempresas, que viene a ser lo mismo.
Pero a lo que estamos, Fernanda, que se nos va la tarde. La mentira consiste ahora en unir el expediente abierto por el consejero de Sanidad del Gobierno madrileño, Manuel Lamela, al famoso doctor Montes, ya conocido por el Doctor Muerte (calificativo no muy original pero muy ilustrativo) a una presunta privatización de la sanidad por parte del Gobierno popular de Madrid, pedido por Esperanza Aguirre. Mis lectores saben lo mucho que sufro cada vez que tengo que defender al Partido Popular, pero en ocasiones no queda otro remedio.
Para entendernos, ni tan siquiera el Partido Popular es tan tonto como para defender la privatización de la sanidad pública, porque la gente adora la sanidad pública, y especialmente su carácter global (atiende casi todas las dolencias) y gratuito (este último objetivo también tiene su importancia, no se vayan a creer). Por tanto, unir el caso del doctor Montes con la privatización de la sanidad pública es una mentira tan gorda como la de los 300.000 abortos, y sus mentores, los partidos PSOE e Izquierda Unida, así como los sindicatos CCOO y UGT, lo saben perfectamente. Es igual, continúan mintiendo y a correr. El objetivo final, del Imperio, que es la muerte, justifica todos los medios. Podríamos decir que los dirigentes socialistas, así como los médicos que apoyan a Montes, sufren un ligero déficit de sinceridad.
Y como se trata de una batalla, saben que en la guerra el vencedor siempre tiene razón. No importa que ya haya denuncias contra Montes, ni que el Colegio de médicos, qué casualidad, no haya querido defender al galeno : lo único que importa es conseguir la dimisión de Manuel Lamela, consejero de Sanidad del gobierno regional. Pues bien, Lamela no debe dimitir bajo ningún aspecto. Si lo hace, entonces el Imperio ya no necesitará de leyes para practicar el homicidio una continuado : el huevo se habrá impuesto al fuero, y la mentira a la verdad. ¡Güay de crear precedentes!
No, no es una cuestión local de Madrid: es una cuestión universal. Hablo de dejar en manos de tecnócrata lo más importante que tenemos después de la vida: la muerte. El mundo hispano es el que siempre se ha resistido más al Imperio de la muerte, especialmente en Iberoamérica. Debemos estar atentos a que no se repita lo de Leganés. Hoy tenemos manifestación en Madrid, porque la técnica de la progresía, siempre acompañada por el dulzón olor de la muerte, se dispone a paralizar la capital para salirse con la suya. Resulta crucial que Lamela no dimita y que el doctor Montes y sus acompañantes paguen por lo que han hecho... para que no se vuelva a repetir.
Eulogio López